BREVIARIO

Alejandro V. Garcia

Los pies y las manos

EN los informativos repetían la imagen del Papa con una rodilla en tierra oficiando el rito del lavado de los pies. El Papa vertía un poco de líquido de una jarra de plata y luego secaba los pies de los figurantes con una dulzura paternal. Los pies, tal como los mostraba la televisión, desprovistos del resto de los cuerpos, parecían animales con una sumisa vida independiente, reliquias de estatuas antiguas o flores muy sensibles que se encogían ligeramente al contacto con la lengua tibia de agua. Después de un pie venía el siguiente, y así hasta la docena. Este año, sin embargo, cada vez que Benedicto XVI lavaba un pie, muchos pensábamos en las manos. En el simbolismo evangélico de Semana Santa, la higiene de pies y manos tienen significados contrarios. Mientras el enjuague de los pies representa la humildad, el de las manos equivale a la desidia, a quitarse deliberadamente de en medio, a dejar hacer. ¿Cuántos príncipes se han lavado las manos (por más que también se lavaran los pies cada Semana Santa) en las últimas décadas con los cientos de casos de pederastia en los que estaban implicados miembros de la Iglesia? ¿Cuántos culpables han eludido, gracias a ese cauto silencio la ley de los hombres? Entre tanto, en el Vaticano, un Predicador con mayúscula comparó las exigencias de las víctimas de abusos "con los aspectos más vergonzosos del antisemitismo".

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios