La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Yo no la piso

Además de presumir de no vivir la Semana Santa y no pisar la Feria, niegan sus evidentes bellezas

Hay muchas cosas que son muy de Sevilla sin que tengan nada que ver -más bien lo contrario- con las cofradías, la Feria, los toros, el Rocío y otras amenidades tenidas por tópicos sevillanos. Es muy sevillano, por ejemplo, manifestarse distante e incluso despectivo para con lo que más gusta a la mayoría de los sevillanos. Hay quienes cultivan como distinción ignorar la Semana Santa y no pisar la Feria. Lo dicen una y otra vez, venga o no al caso, con un tono no exento de pedantería, como si exhibieran un mérito. Porque no solo se trata de no participar en las fiestas, cosa digna de todo respeto. Esto es lo de menos. Lo importante para ellos es proclamarlo ante los desdichados amigos, conocidos y hasta desconocidos que se crucen en su camino, dejando entrever un desprecio ilustrado hacia las fiestas y quienes las viven. Por eso estos días se lo están pasando en grande diciendo, venga o no a cuento: "¿La Feria? Yo no la piso". A lo que no es infrecuente que añadan, como si la veteranía fuera un grado, el número de años que hace que desertaron del albero y se exiliaron de la lona y el farolillo.

Lo llamativo del caso no es que no participen en la Semana Santa o no vayan a la feria, sino que presuman de ello como si ambas hermosas y populares fiestas fueran cosas de gregarismo cateto, subdesarrollo mental y tópico manido; y evitarlas una muestra de inteligencia, independencia, modernidad y pertenencia a esa Sevilla heterodoxa que los tontos reivindican con férrea ortodoxia como la única verdadera.

En esto la Semana Santa se lleva la peor parte por su componente religioso (del que, por cierto, los tontos de la heterodoxia pretenden liberarla). La Feria, incluso en los años en que don Francisco y don Orson se paseaban en coche de caballos por el real, siempre ha gustado al antiguo rojerío, hoy convertido del dogma marxista al ultraliberal, que se deja ver en los toros y la Feria luciendo chaqueta azulona o mil rayas, nudo gordo de corbata, desparrame multicolor de pañuelo y gafas oscuras de pasta.

Lo que me llama la atención es que, en su soberbia, quienes presumen de no vivir la Semana Santa y no pisar la feria las desprecien negando sus evidentes bellezas y objetivos valores. Como si su gusto o prejuicios fueran el patrón para medirlas y existieran razones fundamentadas para condenarlas y evitarlas. Se les podría aplicar aquello de "desprecia cuanto ignora".

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