¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

El pluralismo era esto

LA política no deja de sorprender por su capacidad de fabricar paradojas, y la decisión de la CUP de no apoyar la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat es una de ellas. El partido más rabiosamente enemigo de España se ha convertido en su salvavidas. Sin embargo, cuando parece que el procés se derrumba -al menos por ahora-, el país se encuentra inmovilizado por el pluralismo, un confeti que tiene más que ver con nuestro endémico galimatías nacional que con la biodiversidad política. La sopa de letras en la que se ha convertido nuestro Parlamento no se debe, a nuestro entender, al feliz despertar de las inteligencias y consciencias del país, sino a uno de esos giros dramáticos a los que tan aficionados somos los españoles; giro que estuvo favorecido, claro está, por la pudrición de un sistema que no supo generar los anticuerpos que lo protegiesen y por la negativa de Alemania a seguir financiando nuestras fantasías de clase media.

Aunque las ensoñaciones políticas nos indican que un Parlamento multicolor es un ecosistema benéfico en el que anidan el sano y variado intercambio de ideas, después llega la cruda realidad y nos recuerda que toda democracia próspera y feliz tiende al bipartidismo y que, cuando éste se quiebra, no se debe a un paso evolutivo del homo sapiens, sino a alguna debacle social que hace que proliferen las tribunas y los consiguientes tribunos. En España hemos ido dando todos los pasos: crisis de 2008, maremoto judicial y policial contra la corrupción, 15-M, ruptura del bipartidismo y... Ésta es la incógnita, la gran pregunta que ha flotado en todos los ágapes navideños: ¿Qué va a suceder? Probablemente vayamos a unas elecciones anticipadas. No se nos ocurre otra cosa con un PP cuya victoria es un castigo, un PSOE donde ya se han desenfundado las dagas, un Podemos que sueña en secreto en convertirse en el lado izquierdo de un bipartidismo reconstituido, un Ciudadanos sin juego alguno y unos partidos nacionalistas echados al monte. El pluralismo era esto y no ese edén democrático que algunos nos prometieron. Mientras que nos agitamos en la telaraña que hemos ido construyendo nosotros mismos, estamos dejando pasar la oportunidad de empezar a enderezar la situación en Cataluña, de limpiar y reformar un sistema que nos ha funcionado razonablemente bien y de vigorizar y mejorar la innegable recuperación económica. Lo dijimos antes con palabras viejas: nuestro endémico galimatías nacional.

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