Cuando esta nueva normalidad tan anormal pase y entremos en la normalidad a secas, va a resultar que nos daremos de bruces con un mundo nuevo. Los confinamientos traen cosas así, que la falta de contactos y tanto tiempo sin apenas relacionarnos, darán lugar a que ni conozcamos a nadie ni, peor aún, tengamos a donde ir. La otra noche, con ocasión del funeral del padre de Ricardo Suárez, con la colegial del Salvador en aforo restringido y el personal embozado en esa mascarilla que ya forma parte de nuestra indumentaria, se nos saltaban las lágrimas por la emoción de los reencuentros con amigos a los que llevábamos sin ver una eternidad. Sin apenas reuniones, con los pocos actos que sobreviven a cencerros tapados y esas obligadas distancias de seguridad que tanto enfrían las relaciones, quién sabe cómo será ese día en que podamos saludarnos como antes.