ESTÁ tomando unos derroteros inadmisibles el partido del martes en Marsella. Un partido de fútbol no puede rodearse de esta especie de clima prebélico que le precede, pues si en condiciones de normalidad se producen sucesos dolorosos en los estadios, ¿qué puede esperarse cuando es tanta la dinamita que se está acumulando en el ambiente de la portuaria ciudad gala? La condena de un ultra francés por parte de la Justicia española no debiera acarrear un sentimiento de venganza como se está produciendo contra el anfitrión, entre otras cosas porque ese anfitrión, el Atlético de Madrid, no tiene nada que ver con lo ocurrido.

No sólo es nocivo para el fútbol este ambiente avant match, sino para toda la sociedad en general. Los incidentes ocurridos el ya lejano 1 de octubre en el Vicente Calderón fueron graves y lo ideal es erradicarlos, por lo que nada mejor que poner pies en pared y dejarlo todo en manos de la Justicia. Las imágenes son elocuentes y el ultra enjaulado no parece haber estado al margen de los hechos. La Policía pudo extralimitarse a la hora de sofocar las revueltas, pero qué tiene que ver el Atlético de Madrid en todo ello, ¿por qué ese clima prebélico en la populosa capital mediterránea? ¿Y esos mensajes propios de prácticas mafiosas contra ciudadanos libres de toda sospecha?

Para colmo, ahora surge Zinedine Zidane ejerciendo de marsellés con todos sus avíos para eximir de culpa al encausado. Le trata de señor inocente y la verdad es que si las imágenes no parecen eximirle de culpa, lo de señor me parece un eufemismo. Ojalá vuelvan las aguas a su cauce y el partido del martes en el Vélodrome dé con su espacio natural en la sección de Deportes y no en la de Sucesos. Para eso debieran los dirigentes de Olympique mostrar una moderación que hasta el momento ha brillado por su ausencia. Y, sobre todo, convendría recordarle a todos los que se den cita en el estadio marsellés que de lo que se trata es de fútbol, sólo fútbol, únicamente fútbol.