La ciudad y los días

Carlos Colón

El precio de la mentira

FESTIVAL multicultural en Roquetas de Mar. Lo que según las primeras investigaciones parece un ajuste de cuentas por asuntos relacionados con el tráfico de drogas, se saldó con la muerte por herida de arma blanca de un senegalés de 28 años. Como la víctima era senegalesa y su presunto asesino es gitano, el asunto saltó rápidamente del ámbito personal y delictivo al racial y colectivo: una enfurecida multitud de subsaharianos quemó dos casas -la que creían del asesino y la de otro gitano-, quemaron coches y contenedores, alzaron barricadas para impedir el acceso de las fuerzas de orden público y se enzarzaron en una batalla campal contra la policía y la Guardia Civil. Veinte patrullas fueron necesarias para restablecer el orden, saldándose la noche de violencia con los daños antes referidos, tres agentes heridos, varios vehículos policiales dañados y cuatro detenciones.

En este país se ha pretendido eludir la realidad divulgando desde el poder una falsa o superficial imagen de la multiculturalidad, como si esta fuera un concierto de fusión o una verbena con puestecillos de comidas exóticas y abalorios étnicos. La multiculturalidad no es eso, sino algo mucho más difícil de conseguirse: la convivencia de diversas culturas. Aquí ha parecido creerse que convivencia equivale a aglomeración no ordenada, en los márgenes de la sociedad, de quienes se ignoran, se hostigan o, en el mejor de los casos, se toleran a condición de que ninguna chispa prenda en un odio soterrado o una sorda desesperación causadas, o agravadas, por severas carencias educativas y sociales derivadas de una situación de marginalidad. Esto no es vida, sino supervivencia; por lo tanto no es convivencia, sino aglomeración conflictiva; y por ello no puede llamársele multiculturalidad.

Ésta no es algo que se dé espontáneamente cuando en los barrios marginales de las ciudades se hacinan diversas etnias, sino una posibilidad de convivencia que se construye con enormes esfuerzos por parte de las autoridades políticas (garantía de derechos), del sistema educativo (aprendizaje de respeto al diferente e integración de éste) y de los ciudadanos a los que las autoridades y la educación les proporcionan los marcos sociales e instrumentos de comprensión que da a esa convivencia pacífica posibilidades de desarrollarse. Lo que aquí se ha hecho, por el contrario, es abrir las puertas y cerrar los ojos; gritar "¡multiculturalidad!" en los mítines sin actuar después para hacerla viable. Los resultados los sufren a diario miles de ciudadanos y, en su versión más extrema, son los incidentes de Roquetas.

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