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Hay un presidente en construcción que intenta labrarse imagen de moderado, la divisa con la que Rajoy ganó las elecciones en 2016. Juanma Moreno habla de crear empleo y promete mejorar la dotación de los servicios públicos. Falta hace; según el CIS los andaluces estamos segundos por la cola en el aprecio a nuestra sanidad pública y Andalucía es la región que menos invierte por habitante en salud. Pero el presidente no explica cómo pagará las mejorías si baja impuestos. También predica la igualdad entre los españoles, como hacía su predecesora, eludiendo ambos los privilegios fiscales vasco y navarro.

En paralelo hay una jefa de la oposición en construcción. Susana Díaz sigue amarrada a clichés e insiste en hablar del trifachito, asunto que agrada a sus incondicionales, pero desmiente la realidad parlamentaria: la Mesa rechaza las propuestas de Vox y el portavoz ultranacionalista reprocha en el pleno a Moreno que se escude en la herencia recibida para eludir sus compromisos. A la jefa del PSOE le cuesta encontrar la manera de gobernar su partido sin el BOJA. Los socialistas andaluces llevaban 25 años dirigidos desde San Telmo. Desde ahí promocionaron cuadros, dieron formación de élite a los más allegados y manejaban cargos de la Junta, concejales o diputados en un carrusel imposible sin la máquina de poder.

Esta anomalía de mirar la realidad desde los despachos durante un cuarto de siglo dejó a los socialistas sin discurso, pero lo tuvieron en los 80. Su liderazgo pasó de social a institucional y su autoridad se mermó. Ha habido de todo entre los presidentes. El primero, Escuredo, un romántico. El segundo, Borbolla, un racionalista que tenía un plan; quizá el único que haya tenido un plan. El tercero, Chaves, un gestor. Griñán, el cuarto, un intelectual. Y la quinta, Díaz, una populista.

El sexto ni es socialista ni sevillano, ni apunta todavía una seña de identidad. El presidente debutante ha puesto la base de su poder al estilo marianista. Ciudadanos, por incapacidad o inocencia, ha permitido que el vicepresidente de facto de la Junta sea Bendodo. Es portavoz y preside la comisión de viceconsejeros. Tiene todas las atribuciones de Sáenz de Santamaría en La Moncloa. Marín sólo es vicepresidente en el título. El presidente ya tiene a su número dos a los mandos.

Los socialistas dicen, con su diccionario de clichés, que no durará. Aunque los ejercicios en el poder han sido más bien cortos en la Junta: Escuredo fue presidente autonómico un año y siete meses, Borbolla seis años y cinco meses, Chaves rompe la estadística con 18 años y ocho meses, Griñán cuatro años y cuatro meses y Díaz cinco años y cuatro meses. Si Moreno cumple los ocho años a los que se ha autolimitado sería el segundo presidente más duradero. De momento, está en construcción.

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