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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Los presuntos sinvergüenzas

LA corrupción generada desde Mercasevilla, que ya ha adquirido la dimensión del mayor escándalo conocido en Sevilla desde 1975 (y digo bien, conocido), sin que se hayan depurado responsabilidades políticas por acción u omisión, da más brío a la demanda ciudadana de procesos electorales con listas abiertas para apostar por los mejores y hacer la limpia de los mediocres o los mendaces. Los partidos se resisten más de lo admisible a mandar a casa a los altos cargos al frente de los departamentos donde se descubren tramas ilícitas e inmorales duraderas en el tiempo, pese a que abochornan a los ciudadanos, militantes incluidos. Salvo los sectarios capaces de culpar de todo a los del partido rival.

Todas las cautelas preceptivas, evasivas, cortinas de humo, balones fuera y maniobras contra los que han tirado del hilo o subrayado la importancia de las citaciones e imputaciones judiciales, cuando se refieren a miembros destacados de los partidos, se esfuman de un plumazo cuando conviene concentrar la responsabilidad y la atención en inculpados que no son miembros del establishment. Los chivos expiatorios de la vertiente penal del caso. Pero no de la política, que, en el mejor de los casos para el gobernante, consiste en presentarse ante la ciudadanía como un líder ciego y sordo que elige pésimamente a sus cargos de confianza y ni las huele cuando vacían las arcas. Qué currículum para merecer el voto. ¿O acaso Mellet fue nombrado por el Espíritu Santo?

Vean la prisa del portavoz parlamentario del PSOE, Mario Jiménez, para decir que "esto es cosa de cuatro sinvergüenzas", aludiendo a los últimos detenidos o interrogados. Quienes parece que se lo han llevado calentito o lo han desviado para fines inconfesables también tienen derecho a la presunción de inocencia. Eso no evita que todos los sevillanos informados vean que las circunstancias y métodos que han propiciado la ciénaga de Mercasevilla (y su ruina) no son cosa de cuatro presuntos sinvergüenzas.

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