UNA tesitura más revolotea sobre el nido bético. Es la de que si el equipo ha de centrarse en la Liga orillando la Copa o no. En la ida no hizo el Betis los deberes en El Arcángel, por lo que afronta este segundo asalto, el de esta noche en Heliópolis, con el plus añadido del esfuerzo, de tener que tomarse las cosas muy en serio para doblegar a un Segunda que en la ida le traspasó ese rol al de Primera. Junto a esto, el panorama que presenta enero, con la Copa intercalada entre semana para que la cuesta siempre dificultosa del primer mes del año se empine muchísimo más. ¿Y tiene el Betis capacidad para tanto desgaste?

Ya ha dicho el impagable Gordillo que la obsesión está en mantener la categoría sin pararse a pensar en qué puesto. Mantenerse es la cuestión, el esfuerzo inmediato es colosal y no parece, a la vista de lo visto en Córdoba, que haya fondo de armario suficiente para ese maratón de partidos. Entonces, ¿debe el Betis tirar esta noche la Copa ante los de Paco Jémez? Pues tampoco es eso, qué quiere que le diga, que en fútbol no hay disgusto mayor que vivir un mal presente. Entre otras cosas porque dilapidar el presente no garantiza en modo alguno un futuro boyante; es más, la dinámica ganadora se pierde en un abrir y cerrar de ojos y luego pasa lo que pasa.

Quiere decirse, por tanto, que de mucho mirar el futuro puede uno quedarse en la depresión de un presente desagradable. Quiere decirse, por tanto, que emplearse a fondo esta noche para estar en el bombo y arrancar el año con Copa el día 4 es lo adecuado y, por supuesto, el deseo de una clientela que anhela ver cómo su equipo gana siempre, amistosos incluidos, y la Copa del Rey no es precisamente un bolo. Tras haber cosechado seis puntos que parecían imposibles, el Betis tiene un partido que ha de sacar obligatoriamente, el del Sporting en Heliópolis el primer fin de semana del año. Eso es lo prioritario, pero seguir en la Copa lo agradecerían todos los béticos.