Según Infantino, la FIFA no descansa en la tarea de ir buscando soluciones al problema. Partidaria de que ninguna competición quede inacabada, el problema contractual pretenden solucionarlo con prórrogas automáticas. Todo eso está muy bien, suena a políticamente correcto, pero lo que no queda claro es qué pasará con ese futbolista que se lesione de gravedad en esa prórroga y qué será de él cuando llegue el fin de contrato.
Hubo una vez que un futbolista estuvo a punto de quedarse agarrado a la brocha cuando la escalera se desplomó a días del fin de su contrato. Ese futbolista terminaba contrato el 30 de junio, ya se había comprometido documentalmente con otro club y cayó gravemente lesionado defendiendo a su equipo de siempre, el Sevilla. Ese futbolista era Ramón y el Nuevo Zorrilla el campo donde cayó por obra y desgracia de una entrada del entonces blanquivioleta Engonga.
La rodilla seriamente dañada y Luis Cuervas que, despechado por la firma de su futbolista por el Deportivo, se desentendió del futuro de Ramón. Afortunadamente, en la vida del gran futbolista alcalareño surgió una figura providencial, la de Augusto César Lendoiro. El presidente deportivista pudo haber desestimado el fichaje de un jugador lesionado en una batalla ajena a su club, con lo que Ramón se habría quedado lesionado y sin equipo, un drama tremendo para su carrera.
Este caso ocurrido en junio del 92 puede repetirse con esas prórrogas contractuales y quiera el Cielo que no ocurra. No todos los dirigentes tienen el talante de aquel gallego que llevó al Dépor a unas cotas inimaginables, por lo que oremos para que casos como el de Ramón Vázquez no se den en esta temporada tan atípica. Lo que haya de pasar pasará y el fútbol volverá a discurrir con normalidad. Ojalá sea así y la temporada no depare más infortunios que los ya sufridos.
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