TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

El pueblo elegido

Un país machacado por la guerra y el éxodo y ahora por los caprichos de la naturaleza

Estábamos entretenidos con los premios a Beyoncé, las patadas a Vinícius, los años de Tamames o la perdurabilidad de las ministras, sí o sí, y de pronto nos apabulla la cruda realidad. El maleficio de Richter. El periodista gusta de atar cabos, enhebrar fechas y topónimos, que en mi caso se ha convertido en una especialidad casi enfermiza e incurable. Andaba muy ufano con mi última conquista: comprobé que el mismo día que Blanca Paloma conseguía el visado para Eurovisión, una ilicitana que lleva en la sangre el duende de una abuela Carmen sevillana, el Elche, el equipo de su ciudad natal, conseguía la primera victoria de la temporada poniendo fin a un ayuno de alegrías. La Dama de Elche rediviva.

Es mucho más dramática la coincidencia de las placas tectónicas. Un país como Siria, inmerso en una guerra de años, regido por una crapulocracia, protagonistas de un éxodo interminable que abofetea la conciencia internacional, se ve ahora sumido en un terremoto de catastróficas dimensiones. El país que gobernó el mundo, donde Pablo se cayó del caballo para pasar de perseguidor a perseguido, turco de cuna, sirio de conversión, ese país se ve ahora machacado por un seísmo de brutales proporciones. Una catástrofe que comparte con su vecina Turquía, ese país-colchón de guerras mundiales, aduana de tiempos con la caída de Constantinopla, trocha de espacios con el Bósforo y el Dardanelos que unen mares y continentes, donde los Gálatas después de leer las cartas se hicieron del Galatasaray.

La tierra se abre donde los mares se juntan reescribiendo el inicio del Génesis, apagando las lumbreras del día y encendiendo las de la noche en una oscuridad sin fin. Hemos visto desplomarse edificios enteros. Esas cápsulas de vidas compartidas de gentes acostumbradas a los estragos del mal producido por sus congéneres con la propina de la indiferencia, de la lejanía, de la perspectiva, que ahora se ven sacudidas por la factura que se quiere cobrar la naturaleza. Esa diosa bifronte a la que rendimos pleitesía con las monsergas del cambio climático pero no admite remilgos ni melindres cuando se vuelve insaciable en su canibalismo.

Uno aparca por obscenos los mecanismos del ingenio. Sé que la vida tiene que seguir, convencido de que donde más adeptos tiene es donde tan poco vale y tan en peligro está. A veces deberíamos avergonzarnos de nuestros agravios y descontentos, de perder tanto tiempo en bagatelas y paparruchas cuando nuestros semejantes tienen que defenderse a machetazos de los embates del infortunio. Hay quien se busca el mal y quien se lo encuentra. Esto deberá servir para que reforcemos todo lo que nos une y metamos en un pozo lo que nos separa. Nadie está libre de una placa tectónica en nuestro ombliguismo arquitectónico. La historia local es universal o no es nada. Ya que no compartimos la ayuda, compartamos el dolor, el espanto, la misericordia con este nuevo pueblo elegido harto de que se fijen en él para la guerra, para el terror, para la huida y para el temblor.

Yo quería escribir de Beyoncé, de Vinícius, de Tamames o del festival de Eurovisión. La tierra tembló donde el mar cambia de nombre y el cielo cambió de credo.

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