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Luis Sánchez-Moliní

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Un punto negro de Espadas

Más allá de su imputación, el balance en movilidad que puede presentar Cabrera tras cuatro años es muy pobre

Juan Espadas, no hay quien lo niegue, es un alcalde que cae bien. Tras Juan Ignacio Zoido, con su intenso perfil archihispalense y su estilo pijo-populista, fue refrescante la llegada a la Plaza Nueva de un hombre de maneras funcionariales y discretas. Existe en Sevilla una larga tradición de alcaldes sosos, como Manuel del Valle o Soledad Becerril, y Espadas es una digna reedición del sevillano serio que tanto gusta por estos lares. Su gran acierto, por el que ha conseguido que haya gente de derechas que asegure que están dispuestos a votarle en las elecciones municipales del 26 de mayo, es haber huido del sectarismo -uno de los grandes males de la política andaluza- y sentirse el alcalde de todos los sevillanos, independientemente de la condición sociopolítica o de la geolocalización en el plano de la ciudad.

Espadas no es mal alcalde, pero su gestión dista mucho de ser perfecta y presenta algunos puntos negros, el más llamativo, a nuestro entender, el de la movilidad. En sus cuatro años de mandato pocos avances se han producido en este campo, uno de los que, en la actualidad, marcan la diferencia entre las ciudades modernas y los poblachones de tres al cuarto. La reciente imputación del delegado municipal del ramo, Juan Carlos Cabrera, en el caso de la "mafia del taxi" no es más que el desgraciado colofón de una gestión más bien pobre. Por supuesto que Cabrera tiene derecho a la presunción de inocencia y a que no se le martirice mediáticamente, pero sí se le pueden pedir ya responsabilidades políticas por la manifiesta impotencia municipal ante los continuados abusos que un grupejo de taxistas violentos ha cometido en el Aeropuerto de Sevilla, o por su intento de obstaculizar el acceso al Casco Antiguo de los VTC. Su reciente propuesta de un plazo mínimo de media hora para precontratar los servicios de Uber y Cabify -un torpedo a la línea de flotación de estos negocios- abunda en la idea de que ha existido un marcado favoritismo consistorial por los vehículos de la luz verde.

En general, más allá del taxi, el Gobierno municipal ha sido incapaz todavía de sacar adelante el plan de movilidad urbana sostenible que había prometido y, durante este mandato que ahora finaliza, el carril bici (la gran herencia recibida del pacto PSOE-IU en el Ayuntamiento) ha languidecido. Tampoco, por ahora, se ha logrado poner orden en el caos circulatorio de los cachivaches que proliferan por las zonas peatonales (patinetes, etcétera) y la ampliación del tranvía (continuamente saboteado por procesiones, manifestaciones o masas consumistas) no ha logrado los necesarios apoyos políticos. Espadas apenas puede exhibir un tímido compromiso de Gobierno central y Junta de apoyar la construcción de la línea 3 de Metro. También algunas mejoras en la flota y el servicio de Tussam. No es, digamos, un balance muy brillante.

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