En esto de la pandemia no se fijen mucho en lo que dicen los políticos. Saben de vacunas, de velocidad de contagios y de gestión hospitalaria lo mismo que usted y que yo y no miran más allá del titular o del tuit. Préstenles atención a los expertos, a los epidemiólogos que llevan media vida investigando este tipo de enfermedades y los médicos que se la dejan en los hospitales en medio de condiciones muchas veces precarias. Éstos saben de lo que hablan y no encontrarán ustedes a ninguno que nos venda un remedio milagroso para antes de la Navidad que permita recuperar de un día para otro la normalidad que perdimos también de un día para otro. Los más optimistas hablan de que empezaremos a dejar atrás lo peor de los estragos que causa el virus en la segunda mitad del año que viene. Es decir, que nos queda un año en el que las cosas van a estar más o menos igual si tenemos suerte porque pueden empeorar a una gran velocidad, como se está demostrando en estas semanas.
Acostúmbrense, por tanto, a esta Sevilla medio vacía y tristona en la que nada es como era, en la que nos esquivaremos en las calles embozados detrás de nuestras mascarillas y en la que todo tendrá un aire de provisionalidad que cada vez es menos provisional. Nos quedan meses de estado de alarma sanitaria, sea ésta o no la situación que decrete el Gobierno o que quiera imponer la comunidad autónoma. Y ello tiene consecuencias económicas y sociales que se irán acentuando a lo largo del tiempo.
Cuando el virus maldito se bata por fin en retirada gracias a la administración masiva de la vacuna, al hallazgo de un remedio terapéutico efectivo o bien por contagio masivo e inmunidad de rebaño, quedará todo lo demás. Y todo lo demás es el agujero que la pandemia haya hecho en nuestro tejido económico y empresarial. La recuperación en Sevilla va a depender de lo que tarde en levantarse el turismo. Pero por ahora nadie sabe cuándo llegará eso y, sobre todo, si cuando vuelva será parecido al que desapareció a mediados de marzo. Va depender de muchas cosas. El turismo es un lujo y los lujos sólo cobran sentido cuando todas las necesidades básicas están suficientemente cubiertas. La gravedad de la crisis que padecemos está en los indicadores económicos que se publican constantemente, pero está también en el paisaje que se ve cada día en las calles de las ciudades y esto en Sevilla es una evidencia de muy fácil constatación.
Lo que nos queda por delante no es fácil. Tenemos en contra lo complicado que va a ser todavía doblegar al virus y luego recuperar una economía maltrecha dependiente mucho más de lo que sería aconsejable del turismo. Saldremos adelante, pero nos va a costar tiempo y paciencia.
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