La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El quejío de un gran andaluz

Algo no funciona bien en la RTVA si en la parrilla de la programación no encuentra sitio la obra de Juan Lebrón

El quejío de un  gran andaluz

El quejío de un gran andaluz

No me gusta el lamento de Juan Lebrón en las redes sociales. Me inquieta que se sienta abandonado y desamparado en su tierra, a la que tanto ha dado, que nos ha redescubierto a muchos con sus múltiples creaciones. Al andaluz Lebrón debemos la imagen de Andalucía con la que miles hemos crecido. Algunos ni sabrán cuánto deben a este Juan, como se adeuda a los autores de canciones que se repiten y tararean sin reconocer a su autor. No, no me gusta nada que Lebrón haya pasado a la fase de denunciar en público el olvido al que le ha condenado la Administración andaluza, cuando tiene currículum sobrado para ser predilecto de la región. Alguien debería hacer algo si hay almas en el Palacio de San Telmo, que las hay porque conocemos a muchísimos profesionales de buena fe que por allí moran. Quien ha tratado mejor a Andalucía desde Andalucía en la industria audiovisual no debería quedar relegado por mera ignorancia, incultura o falta de talento de quienes tienen en su mano hacer brillar a los andaluces que verdaderamente deslumbran. Si Juan Lebrón no tiene sitio en la parrilla de la programación de la actual Radio Televisión Andaluza, si no hay un mínimo espacio para difundir el trabajo de quien ha tratado los valores de la tierra con el mimo con que se acuna a un bebé en el regazo, es que algo no funciona bien en una empresa pública que nos cuesta una millonada a los andaluces. Señor Juan de Dios Mellado, actual director general del ente público, no quiero acordarme de usted por lo que se parece al director general de la Organización Mundial de la Salud en tiempos de la pandemia. Me niego. He conocido ya varios directores generales de la RTVA, numerosos jefes de informativos, no digamos consejeros de Presidencia... Los he visto llegar, nadar a mitad de mandato en las aguas de la soberbia y posteriormente despeñarse. Eso no es mérito mío, sino de Dios que me ha dado salud para ejercer el oficio. No pase usted por el cargo, señor Mellado, sin darle su sitio a un andaluz de oro en su parcela. Con la de chuflas que salen en la tele, con la de fatuos a los que los periodistas damos cancha en nuestros respectivos medios, con la de tontos ávidos de vanidad que encuentran una correa de transmisión por nuestra culpa, no dejemos que se nos vaya Lebrón sin el tratamiento que merece en la empresa pública. No me creo que no haya sitio para sus brillantes trabajos. Hace tiempo que Lebrón merecería el oro andaluz de una distinción. Pero, sin conocerlo, estoy seguro de que lo cambiaría por la difusión de cualquiera de sus trabajos. Porque nadie puede negar que existe una Andalucía de Lebrón.

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