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Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

No queremos

EL Un, dos, tres está en una repisa alta, lacada, de la memoria colectiva, pero en su último pase por la pantalla se fue deteriorando hasta la desidia de una audiencia que, decepcionada, lo evocaba como el programa más divertido que recordaban de su juventud, o de su infancia. También por TVE pasaron en la época más artesanal y de monopolio concursos de lentejuelas como Lápiz y papel o Ding Dong (donde debutó Mayra Gómez Kemp como presentadora en prime time) que sufrían la comparación con el programa de la Ruperta. Eran formatos concebidos para reunir a toda la familia, con un puñadito de cultura general, otro de habilidades para que los concursantes estuvieran al filo de la naturalidad, y una sazón de cuentachistes, muslamen y sonrisas machistas.

Todo aquel servicio público quedó atrás. Todos nosotros habíamos visto entonces muy poca tele y el medio aún andaba inventándose. Los concursos cascabeleros tuvieron su época y entre Lazarov, La Trinca y otros productores evolucionaron hacia los trompazos con Milikito, las galas de Ramontxu o los duelos psicológicos como el 50x15. Los concursos son ahora pasatiempos, preferiblemente con apoyo de famosos; juegos simples y sinceros que, por fidelidad, son capaces de sobrevivir años y años en las parrillas, como les puede testimoniar Jordi Hurtado.

Canal Sur se sacó de la manga este verano, como si fuera invocado por la ouija, un Luna de miel con tintes de Un, dos, tres y otros formatos trasnochados (y queridos sólo en el recuerdo, como Números rojos). El resultado ha sido un auténtico despropósito: Sí, quiero, feo y 'local' de aspecto, impropio de esta época; vergonzante de mecánica y lamentable en desarrollo. El espíritu nupcial más viejuno en una subasta de gradas animadas. Helena Arriaza en estas páginas lo contó mucho mejor.

Es una horterada que sólo hace devaluar aún más la imagen y percepción general de la cadena pública andaluza.

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