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Un reaccionario

No se puede estar más disgustado con el presente que Trump. Y su visión del futuro es muy pesimista

Estos días es recurrente la pregunta sobre qué ideología tiene Trump. Un servidor se ha permitido escribir aquí, a la ligera, que es un hombre sin ideología. Pero no, tiene una muy precisa. Mi admirado Víctor Márquez Reviriego nos acercó hace tiempo a la figura de Abbott Lawrence Lowell, un bostoniano jurista e historiador que fue presidente de la Universidad de Harvard entre 1909 y 1933. En su obra Public Opinion in War and Peace hace una peculiar clasificación de las ideologías clásicas. Definía lo que significaba ser liberal, conservador, radical y reaccionario con dos parámetros, el contento o descontento con el presente y el optimismo o pesimismo respecto al futuro.

Los satisfechos con la realidad y optimistas respecto al futuro serían los liberales. Los contentos con la realidad, pero pesimistas sobre el futuro serían los conservadores. Los insatisfechos con el tiempo presente, sus injusticias y desigualdades, pero convencidos de que se pueden cambiar las cosas son los radicales, modernamente llamados progresistas. Y los que ven negra la realidad actual y no esperan nada bueno del futuro serían los reaccionarios.

Esta doble medida nos permite entender cómo personas que eran progresistas se vuelvan reaccionarias, porque pierden la esperanza en poder cambiar las cosas. O cómo un progresista se vuelve liberal. Parte de la pérdida de base electoral de la socialdemocracia europea es un cierto conformismo pragmático con la realidad presente. De esa manera, en el inconsciente colectivo, pasan de ser progresistas a liberales, y sus votantes buscan otros referentes. (La pretensión de Susana Díaz de que la sanidad pública andaluza ha mejorado durante la crisis es un paradigma de esa complacencia. Un empeño que se riñe con la evidencia en contrario que perciben los pacientes).

Para analizar el caso de Trump este método es oportuno. El presidente lleva desde la campaña electoral explicando lo disgustado que está con el tiempo presente que vive su país. Su América está amenazada por el terrorismo, invadida por inmigrantes ilegales, encorsetada por normas medioambientales o financieras que no la dejan crecer, perjudicada por la deslocalización de empresas, derrotada por el libre comercio mundial. No se puede estar más disgustado con la realidad. Y su visión del futuro es netamente pesimista. Está presidida por el miedo: hay que construir muros, poner barreras, proteger a los americanos de un sinnúmero de peligros, muchos de los cuales vienen de aliados de toda la vida. No lo duden, Trump es un reaccionario de libro.

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