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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La realidad y el deseo

Tendremos que adaptarnos a una Sevilla ausente de los grandes ritos que marcan nuestra convivencia social

La crisis del coronavirus se nos está haciendo tan larga y se le ve tan lejos el final que muchos empiezan a confundir la realidad con el deseo y se lanzan a realizar anuncios sin tener muy claro ni si hay agua en la piscina. Pasa con las vacunas. Un día sí y otro también los políticos, que no los científicos, se empeñan en hacernos ver que estamos a las puertas y que de aquí a pocos meses podremos empezar a inmunizarnos masivamente contra la infección que ha cambiado nuestro mundo en tan sólo unos pocos meses. Lo ha hecho esta semana el consejero andaluz de Salud, Jesús Aguirre, en una sesión del Parlamento andaluz, lo que le da al asunto, o debería darle, cierto carácter de compromiso oficial de una administración con sus administrados. Y hace unos días fue el ministro Salvador Illa el que convocó una rueda de prensa expresamente para abrir esperanzas al respecto. Será que los muchos años en esta profesión le suben a uno los niveles de escepticismo al máximo y que ha visto ya demasiadas veces como la realidad desmentía el triunfalismo de los políticos, pero lo cierto es que algo me lleva a poner en duda tanto optimismo. Sobre todo, porque los que de verdad tenían que hablar, que son los científicos que llevan meses encerrados en sus laboratorios permanecen mudos y las pocas veces que abandonan su mutismo es para enfriar tanto entusiasmo.

La vacuna llegará, seguro. Cuando, cómo y para cuántos hasta que el virus deje de ser una amenaza global, y por lo tanto local, es otro cantar. Así que más nos vale que se nos vaya haciendo el cuerpo, ahora que empieza el curso, a soportar bastantes meses -cuéntenlos por decenas- más o menos como los que venimos padeciendo desde el pasado marzo. Tendremos que adaptarnos a una Sevilla en situación de emergencia económica, sin turistas rodando sus maletas por las calles y ausente de los grandes ritos que marcan nuestra convivencia social, desde la Cabalgata a la Feria o el Rocío, pasando, claro, por la Semana Santa. La pregunta clave es cómo vamos sortear esta situación hasta que poco a poco vayamos recuperando la normalidad de verdad, no esta nueva que nos pretenden vender los fabricantes de eslóganes. Los datos de empleo que se han conocido esta semana se suman a la sensación que hay en la calle de que el agujero es muy profundo y que todavía estamos en caída libre. La adaptación va ser muy dura y los riesgos que hay por delante son muchos. Hasta que el virus no esté controlado no lo van a poder estar ni la situación sanitaria, ni la económica ni la social. Y sería un error tan grave caer en el derrotismo como crear la sensación de que la solución ya está a la vuelta de la esquina.

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