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La tribuna económica

Gumersindo / Ruiz

La realidad y el deseo

POCAS noticias han levantado tanta expectación este verano como el anuncio de que las economías de Alemania y Francia ponían fin a la evolución negativa de la actividad productiva, y tras un año de caídas daban un 0,3% de crecimiento. Por modesto que esto sea, los sentimientos respecto a la economía son tan extraordinariamente negativos que cualquier indicador positivo se acoge con euforia. Hay tres cuestiones que pueden analizarse a partir de este hecho: la importancia real y posibilidad de que el crecimiento se mantenga, y su influencia en la economía española.

Se había previsto una caída del PIB en algo más del 4% en la UE para 2009, con una ligera recuperación en 2010; la subida de que hablamos no quita que el año se cierre en esa cifra. Era impensable que con el fuerte estímulo proporcionado por los gobiernos, la economía no se recuperara; Francia tiene más de un 8% del producto bruto como déficit presupuestario, y Alemania casi un 5% (el máximo permitido por la Unión Europea es el 3%). Se ha intervenido a las entidades financieras, los tipos de interés son bajísimos, y el Banco Central está dispuesto a que no falte liquidez. El comercio internacional se ha animado con la demanda de países como China e India, que siguen creciendo, y países con capacidad exportadora y poco endeudados como Alemania y Francia aprovechan esta circunstancia tanto para vender fuera como para consumir dentro.

Pero la recuperación es frágil porque el apoyo público no puede mantenerse indefinidamente; los esfuerzos de gobiernos y empresas por mantener empleos a tiempo parcial tienen un límite; y la financiación crediticia a las empresas es otra cuestión pendiente que se intenta compensar con garantías públicas y emisiones privadas de deuda. Pensar que a partir de esta situación algunas economías van a volver espontáneamente a crecer en producción y generar empleo, es irresponsable. Los datos para España se ajustan también a lo previsto, seguramente cerrará el año con una caída de la producción alrededor del 4%, y estará en negativo hasta 2011. El crecimiento de Alemania y Francia es, desde luego, bueno para nosotros, pero su efecto ha cambiado, pues cada país trata de potenciar exportaciones y consumo interno, evitando la destrucción de empleo.

Tenemos que confiar más en nuestro esfuerzo y autoexigencia que en lo que venga de fuera. El mundo ha cambiado, y mucho. En la introducción a una recopilación de sus escritos, John Gray, el filósofo inglés vivo más importante, dice: "Sin duda la intolerancia hacia la realidad es innata en la mente humana. Cada época tiene una imagen alucinada de sí misma, que persiste hasta que los sucesos la borran". Los datos económicos están borrando la imagen que hasta hace dos años casi todos tenían en España de que vivíamos en el mejor de los mundos. ¿Quién hablaba de productividad, de incorporación excesiva de mano de obra, de crecimiento insostenible de la construcción, de financiación imprudente? No es extraño que ahora tampoco encontremos propuestas creíbles y prácticas en el amplio recetario de medidas económicas disponible.

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