La Semana Santa de 2020 fue la de las calles vacías y esta que acaba de terminar quedará en el recuerdo como las de las colas ante los templos de Sevilla para visitar a las imágenes que no han podido hacer estación de penitencia a la Catedral. Ojalá que la de 2022 sea la de la vuelta a una plena normalidad que signifique que la ciudad se reencuentra con sus tradiciones más queridas porque la pesadilla de la pandemia ha quedado definitivamente atrás. El año largo de coronavirus que llevamos soportando nos ha enseñado a valorar más lo que dábamos por permanente e inamovible y que todo es mucho más frágil de lo que somos capaces de imaginar.
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