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Punto de vista

josé Ramón / del Río

Los recuerdos de Josechu

AL llegar a cierta edad se tiene la necesidad de recordar y reflexionar sobre lo que se ha vivido. A los que tenemos la suerte de escribir y publicar todas las semanas, el poder hacerlo nos alivia la urgencia. Recordar y reflexionar es lo que ha hecho José Joaquín Isasi Isasmendi, y las publica en un libro que ha tenido la amabilidad de enviarme.

Josechu siempre me ha caído bien y después de leer su libro comprendo que así tenía que suceder, porque son muchas las coincidencias que nos unen. Los dos somos hijos de militar -en mi caso, de marino-, de familia numerosa -de las de antes-, no tuvimos bicicleta de niño, nos educamos en los marianistas, abogados del Estado y tenemos las mismas aficiones, incluso a que nos lustren los zapatos. (Mi recuerdo para Kid Betún). Además, mi mujer y yo éramos muy amigos de su hermana Charo, casada con el gaditano Larrañaga. Pero creo que en lo que más coincidimos, después de leer su libro, es en la común admiración por tres personajes ya fallecidos, que yo tenía en alta estima: su suegro, José María Pemán, Juan Antonio Ollero (padrino de su hija Cristina y de mi hijo Juan) y José Ramón Mora Figueroa. También coincidimos en el poco aprecio que profesamos a otras personas que salen en su libro y que como es obvio, sus nombres omito.

Alguien podrá pensar que aquí acaban las coincidencias, porque el curriculum de Josechu es impresionante: ha sido presidente de la General Azucarera, cuya empresa lo fichó estando destinado en la Abogacía del Estado en Cádiz en 1959; subsecretario de Comercio; presidente de Domecq; del Consejo Superior de Cámaras; del Círculo de Empresarios y de Amigos del Museo del Reina Sofía, etcétera. Ollero, con su retranca, le había otorgado el título de Presidente del Mundo. En mi caso, cuando me quisieron fichar para la empresa privada, tuve que rechazar el ofrecimiento porque acababa de ser elegido presidente de la Caja de Ahorros de Cádiz y no me pareció bien renunciar al cargo recién nombrado. Pero no me pesa, porque estoy seguro que no hubiere llegado a vivir las experiencias que Josechu nos relata en su libro. En éste reconoce a su mujer Cristina su colaboración decisiva para tan brillante ejecutoria y los que conocemos al matrimonio estamos de acuerdo, porque Cristina tiene las ideas muy claras, porque no es sólo hija de un poeta, sino también de Carmen Domecq Rivero. Con ella se cumple el dicho -actualizado- de que al lado de un gran hombre hay una gran mujer.

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