LAS imágenes de su decadencia nos conmocionaron a todos y, por la contundencia de las mismas, creo que jamás podrán olvidarse. Con la cabeza perdida, Andrés Pajares impartió, hace algo más de un mes, un curso acelerado de todo lo que no debe hacerse cuando uno ya no es lo que era. Ya saben: rabietas, insultos y hasta amenazas con una pistola de juguete que le condujeron directamente a la clínica de Barcelona donde, contra los rumores que lo desmienten, todavía se encuentra ingresado.

¿Qué hace allí? Pues el actor lleva una vida muy tranquila y casi normal. Visitado sólo por su hija "secreta", Eva, y por Juani, su secretaria, a Pajares le han prohibido que lea ciertas publicaciones o vea determinados programas del corazón que puedan afectar a su, ya de por sí, débil estado emocional. Así, mientras no se dictamine lo contrario, se conforma con emisiones de deportes o musicales que han permitido, según me comentan, que su recuperación avance a pasos agigantados.

Sin planes predeterminados en cuanto a su alta, sólo los médicos que lo atienden, y él mismo, serán los responsables de establecer el momento en el que Andrés decida incorporarse a la realidad. "Es muy inteligente y prefiere estar tranquilo. El sanatorio donde está es casi como un hotel de cinco estrellas", me explica Paloma Cela quien, pronto, espera poder visitar a su amigo. "Cuando quiera verme, sólo tiene que llamarme y cogeré el primer AVE que salga para estar a su lado".

A ver cómo se las arregla porque la agenda de Paloma está que arde. Con tres rodajes de tres series diferentes entre manos, y el de una película que recorrerá la vida de Cervantes desde su infancia a la escritura del Quijote, la actriz me pide, por favor, que haga llegar su llamada a los medios andaluces para ser invitada algún día a Sevilla. "Aunque sea de ida y vuelta", bromea.

Hasta entonces, falta el informe médico que aclaré más acerca de la salud de su querido Pajares. Un pronóstico del que no es descabellado avanzar que, quien con fuego juega, con fuego se quema.