La tribuna económica

Joaquín / Aurioles

La reforma monetaria

SEGÚN el banco central chino, la debilidad del sistema monetario internacional y la necesidad de prevenir la reproducción de la crisis actual obliga a impulsar reformas urgentes, comenzando por el papel del dólar como moneda reserva internacional. La cuestión es que los americanos comienzan a considerar que los privilegios del monopolio de la emisión de dólares podrían convertirse en un factor de riesgo estratégico en el futuro. La mayoría es consciente de que buena parte de su elevado nivel de vida se la deben al resto del mundo, del que recibe financiación gracias a que el dólar sigue siendo la moneda que inspira más confianza en la escena internacional. También saben que la fuerte corriente de capitales que se ha dirigido al país desde finales de la década pasada ha permitido mantener elevados niveles de consumo e inversión, además de abundante liquidez y reducidos tipos de interés, aunque a costa de una sistemática pérdida de eficacia en los mecanismos de control monetario y que todos estos factores han resultado determinantes de la intensidad de la crisis en el país. En un artículo publicado por C. F. Bergstein para The Peterson Institute for International Economics, se intenta resumir la percepción que se viene instalando en el país sobre los costes de emitir la moneda reserva internacional y que hasta ahora se habían mantenido ocultos o ignorados. La cuestión es que la crisis está provocando una mayor caída de las importaciones que de las exportaciones, pero no existen garantía que el problema del abultado déficit comercial norteamericano no se vuelva a reproducir tras la recuperación, con dos importantes implicaciones que deberían ser igualmente consideradas desde España, por la notable similitud del problema.

La primera es que la dependencia de una corriente de fondos que puede detenerse constituye un importante factor de riesgo que hay que evitar en la medida de lo posible. Si el resto del mundo decidiera repentinamente dejar de financiar el elevado nivel de vida norteamericano o hacerlo a un coste excesivo, las respuestas tendrían que ser la depreciación de la moneda, la reducción de precios y salarios y, en cualquier caso, la contracción del gasto. En definitiva, empresas obligadas a cerrar por el cierre de la financiación o por la insuficiencia de la demanda. Se trata de un enfoque con una notable carga de alarmismo, que se intensifica cuando se recuerda que entre los principales acreedores norteamericanos se encuentran China, Japón, Rusia y los países exportadores de petróleo.

La segunda implicación es que la corrección del déficit exterior no ha impedido la explosión del endeudamiento. Las estimaciones apuntan un cierre del año en torno a los 3,5 billones de dólares, casi tres veces más que el de 2008, pero lo más importante es que ya no se puede culpar al déficit exterior, sino que ahora hay que mirar al déficit público. La principal diferencia con España es que los americanos pueden aprovechar la confianza en el dólar para financiarse en el exterior y, de paso, bajar los impuestos a las empresas que creen empleo, mientras que en España nos vemos obligados a subirlos.

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