La tribuna económica

Gumersindo / Ruiz

Las reformas eran esto

DE la misma manera que ocurría con la soledad en la novela de Millás, las reformas certifican la existencia de nuestras viejas miserias económicas. Hay también aquí múltiples narradores que dan sus versiones fragmentarias e interesadas sobre lo que ocurre, las culpas, y las salidas posibles. En fin, la soledad era una sensación de lejanía hacia el mundo, una incomunicación insalvable, e igualmente las reformas resultan en sí mismas difíciles de comunicar, duras de entender, y casi imposible de aceptar.

Las reformas ponen en evidencia que la contrapartida lógica de vivir más es trabajar más años; los servicios públicos y el estado de bienestar exigen más impuestos; los mercados desconfían de soluciones públicas de corte social y amenazan a los estados soberanos; la luz ecológica es cara y al final hay que pagarla; la abundante liquidez monetaria y los tipos de interés bajos provocan un endeudamiento descomunal y ponen en peligro el sistema financiero; los tipos bajos son un alivio para los endeudados, pero una ruina para los rentistas. También se producen reacciones de sorpresa cuando, como consecuencia de las reformas y en beneficio de la libre empresa, se pone en peligro de extinción a las cámaras de comercio y algunos colegios profesionales. La libre iniciativa ha llevado a construir casi un millón de viviendas vacías, que han generado centenares de miles de puestos de trabajo, para luego hacerlos desaparecer. Y esto ocurre en un mercado laboral supuestamente necesitado de reformas porque es poco flexible. El libre comercio da lugar a una competencia desleal por parte de países no democráticos donde se explota a la gente, y así el empleo en unos países lleva al paro en otros. La globalización y las mayores oportunidades y libertad de elección y de consumo suponen en la práctica la creación de necesidades sin límite, y un empobrecimiento real. Cada uno podría escribir su propia lista, así como aquellas reformas que le gustaría que se hicieran afectando a otros, pero no a sí mismo.

Hay otras reformas menos controvertidas, que sin duda hacen la vida más fácil. La Secretaría de Estado para la Función Pública ha elaborado un documento de 22 páginas describiendo todas las medidas de reducción de cargas administrativas tomadas en junio y agosto de 2008, en abril de 2009 y en diciembre de 2010, y que según su cálculo suponen un ahorro para las empresas y los ciudadanos de 4.320 millones de euros. También la Junta de Andalucía, junto con las medidas de incrementar pensiones no contributivas, adelantar recursos a los ayuntamientos, y retrasar otros impuestos y cánones como el de las bolsas de plástico y sobre el agua, simplifica y agiliza administrativamente la regulación de actividades económicas.

No hay reforma pequeña, pero las grandes de verdad, las que alteran sustancialmente la forma en que estamos acostumbrados a entender nuestra vida económica, son peligrosas. Hemos frotado la lámpara mágica de la liberalización y el genio del mercado nos llena de zozobra; deseábamos grandes reformas y algunas se están produciendo. Pero como el insensato Aladino pudo comprobar, no siempre es bueno que se cumplan algunos deseos.

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