NO parece española porque muchos de sus actores son británicos y los intérpretes nacionales no son demasiado conocidos; el doblaje, ya que la producción se ha grabado en inglés aunque se haya trabajado a unos kilómetros de Madrid, en parte se nota. Pese a que está sustentada por talento español en todas las hechuras, Refugiados parece extranjera. Habrá tenido unos resultados de audiencia buenos, ya que además se estrenaba en todos los canales de Atresmedia, pero el público se ha acercado a esta serie no por ser "más de lo mismo", sino por saludar con una historia y unos elementos casi inéditos en la ficción televisiva española. También hay viajes temporales, como en El misterio del tiempo, y su corte apocalíptico nos hace evocar The walking dead, grandes rollazos como Jericho, y una atmósfera algo pretenciosa tipo Perdidos, que ya se sabe recrear en las series españolas.

Refugiados es Bambú, la de Velvet, la de Seis Hermanas y la de retos artesanales como Hispania. Junto a Atresmedia, Ramón Campos y Teresa Fernández Valdés (vaya pareja, ellos daban de por sí una serie sobre showrunners) han sabido convencer, y no defraudar, a la mismísima BBC. La ambientación con la que cuidan las series de época también se traslada a este drama futurista, más psicológico que terrorífico, y algunas escenas de diálogos redundantes, como proliferan en los seriales, lastraron un poco el arranque de anoche. A las nuevas series españolas les sigue pesando un poco una duración que obliga a cumplir minutos obligatorios para poder dejar el capítulo en un cénit, en un cliffhanger, que anime a seguir viendo a la semana siguiente. La tronera, que no tronista, Natalia Tena, se pone la historia a las espaldas con un inquietante David Leon, para ubicarnos en situación de unos Refugiados que seguiremos por La Sexta y que, ratifican, que las series españolas ya no son los que eran. Porque el público español del prime time ha dejado de ser lo que fue.