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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El regalito de Antonio Muñoz

La nueva estación de bicis de San Bernardo es una mamarrachada en la línea de los diseños sucios de hoy

El regalito de Antonio Muñoz

El regalito de Antonio Muñoz

Qué pena, penita, pena da pasar por el apeadero de San Bernardo, al que Monteseirín le gustaba referirse con toda pomposidad como un centro de transporte intermodal en sus tiempos largos, larguísimos, de alcalde de Sevilla. Pasar ahora por allí a pie, en taxi, tranvía o coche es morirse poco a poco, que diría Romero Murube. Salir de la boca del Metro y encontrarse con el nuevo panorama es darse de bruces con el mal gusto. Qué horror ha plantado en este sitio nuestro dilecto Antonio Muñoz, delegado de Urbanismo, para que puedan ser aparcadas las bicicletas. Una estación le llaman. Es una boñiga, una catalina, un espanto, una birria, una mamarrachada, una muestra de ese diseño marcado por la negritud en la tierra de la luz. Parece perpetrado por el mismo tipo que ensombreció el Palacio de San Telmo para mayor gloria de su ego, que lo tiene como los argentinos de alto.

Antonio, criatura, ¿no había algo más feo, más chirriante, más horrible en todos los proyectos que seguro te presentaron? El suelo de la calle Baños y la estación de bicis de San Bernardo nos los has colado aprovechando el tiempo de pandemia. No se trataba de hacer una recreación del patio de la fuente de los leones de la Alhambra, ni de la Alcazaba de Almería, ni de los jardines del Alcázar. El objetivo era aparcar bicicletas, no dejar el mojón del diseñador de turno que, además, tiene toda la pinta de estar oxidado en pocos días, amén de ensuciado por los grafiteros. La estación de bicis de Muñoz parece más propia de la arquitectura finlandesa posmoderna, recuerda al choque de trenes del desaparecido Juan Muñoz y evoca, por supuesto, a un túnel de saunas. Antonio se preocupa de suprimir los rótulos horribles de la Avenida de la Constitución, encomiable cruzada que sirve para poco, pero se agradece la buena voluntad, pero nos afea San Bernardo con una estación de bicis de diseño atroz.

Para eso que hubieran dejado el espacio libre y con árboles que ofrecieran sombra. Nos venden el tinglado como el primer aparcamiento seguro de bicis de Sevilla. Seguro, es seguro que se trata de un espanto que se podía haber hecho de una forma menos agresiva, más estética y, sobre todo, con un diseño más limpio. Al suelo cateto de la calle Baños sumemos ahora la suma de contenedores de San Bernardo para aparcar las bicicletas. A ver si mi Juan (Espadas) libera a Antonio de la pesada carga de Urbanismo, porque la belleza la deja para Cultura. Del turismo ni hablamos que está muerto. Y en eso yo le doy el pésame.

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