La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los sevillanos 'pagafantas'
Empiezo a entender el cuadro. Lo que no entiendo es el precio. El dibujo de El Roto era excepcional. Un hombre mostraba su incredulidad ante un cuadro abstracto. Empezaba a dar con la tecla del mensaje, pero se le hacía ininteligible el importe de la supuesta obra maestra. Esa metáfora moral de Joaquín Rábago, verdadero nombre del dibujante (el Ops de las páginas de Triunfo) es válida para muchas realidades. Vale para el programa de David Broncano o para el vuelco que ha dado el asunto de los ERE de Andalucía. Empiezo a entender la sentencia, pero lo que no entiendo es el precio. ¿Dónde fue a parar el dinero?
Broncano. Su apellido ha eclipsado a los de Almodóvar, Vinícius o Kamala Harris. Por exigencias del guion, el lunes vencí mi particular abulia ante este fenómeno televisivo y pedí una tregua familiar para no hacer zapping. Fue un hándicap que la víspera el programa Cachitos emitiera una antología de momentos estelares de las entrevistas de Jesús Quintero.
No casa mucho con la regeneración democrática de Yo, el Supremo la grandilocuencia de esta apuesta televisiva. Desde los tiempos de Zapatero, presumimos de una Televisión Española sin publicidad; y, sin embargo, contraviene esa norma y todas las leyes de la competencia para abrumar a todas horas con el logotipo de La Revuelta. ¿Qué fue de los hombres de negro, esos gremlins catódicos que se escandalizaban con las manipulaciones que el Gobierno de Rajoy perpetraba en la tele de todos? Ni una palabra a que La Revuelta haya recortado el tiempo de los informativos, a que se hable del programa en los Telediarios como si fuera un estreno cinematográfico, una novedad literaria o un suceso cultural de alto tonelaje. Si tan bueno es el programa, ¿qué necesidad hay de recordarlo donde antes ponían los dos rombos, de esos eufemismos de cartón-piedra para dar cuenta de la segunda llegada del hombre a la Luna? El del medio de los Chichos es el mensaje. La culpa no es de Broncano, émulo de Manolo el del Bombo que se ha convertido en una suerte de Sáenz de Heredia de Pedro Sánchez, que también tiene su Carmen Polo y sus cuarenta de Ayete.
Sacié mi curiosidad. Nada nuevo bajo el sol. Ésta no es una crítica de televisión, un género periodístico que ha tenido excelentes profesionales: Eduardo Haro Tecglen, Michi Panero, Fernando Iwasaki, Sergio del Molino, mi tocayo Gallardo, aunque el primero que recuerdo era Paco Millán, en las páginas de El Correo de Andalucía, director del primer festival de Cine de Sevilla, el que trajo a Silvia Krystel, la sex-symbol de Enmanuelle. En el equipo técnico de Broncano hay un Carlos Herrero. Parafraseando el programa de Pepe Navarro, es un Mississipi de youtubers y de influencers, los nuevos yoguis del Credo sin Pilatos. El día que lo vi le salió muy galdosiano: público de Fuenlabrada, broma con Ayuso (“me gusta la fruta”) y lección de historia con el alcalde de Móstoles. Una referencia escatológica a Los Pecos mientras en la 2 ponían, a orillas del río Pecos, Duelo al Sol. Edurne estaba en El Hormiguero y el Wyoming jugaba a Barrio Rico / Barrio Pobre. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Cambiando una letra del gerundio del banderillero de Belmonte que llegó a gobernador civil de Huelva; regenerando, maestro, regenerando.
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