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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

¿Cómo serán las relaciones en el futuro?

Tal vez se reduzcan por fin las primeras comuniones, las bodas y hasta los cortejos de las cofradías

Las gafas se empañan con las mascarillas. Con el antifaz ocurre lo mismo. El antifaz hace al nazareno. Y los nazarenos con gafas sufrimos no sólo la dificultad de respirar, sino el vaho que se forma constantemente en las lentes. Así que estos días estamos igual. Vemos mal, pero no hay bullas, ni empujones. En los autobuses hay aforo limitado, sólo pueden viajar quince usuarios. Hay tiempo para casi todo. En los medios repiten la cantinela del "cuando esto pase". Es casi tan reiterativa como la del "esté donde esté" de los obituarios, extraña en boca de un católico. El debate más interesante es el de cómo nos relacionaremos después del coronavirus. Dijo el presidente del Gobierno en su sabatina de la Moncloa que los niños se lavan más las manos y que tendremos que ser más cautos de ahora en adelante. En su día advertimos de que el coronavirus acabaría con la cochinada de los platos compartidos. Esperemos que también acabe con los plastas de canapé que te hablan de cerca, muy de cerca, que hasta les ves las fauces. Te vas retirando un poquito para coger distancia cuando el plasta del canapé no se da por aludido con tu maniobra de cangrejero y se te acerca de nuevo a vender su producto. A ver si la pandemia acaba también con los tocones, esos tipos que acompañan su discurso de palmadas en el cuerpo de un interlocutor al que dejan zarandeado. Te cogen del brazo, del hombro o incluso de la pierna para reforzar su oratoria de vendedores de crecepelo. ¡Bendita distancia que te proporciona un mínimo espacio vital! Seguro que la Sevilla de las ocho de la tarde se resiente, que los aforos serán más limitados y soportaremos menos la proximidad invasiva de ciertos personajes que son el picudo rojo de los actos sociales. ¿Y las bodas? ¿Se reducirán esos convites de cientos y cientos de invitados, que la mitad no conocen a los novios? Qué antihigiénicas son esas macrocelebraciones. Iremos quizás a una recuperación de los ambientes reducidos. Con más de un mes de confinamiento en las espaldas y los sueldos en tenguerengue tal vez vivamos con mayor moderación. No hará falta tanto dispendio, ni tanta ostentación. Quién sabe si las primeras comuniones vuelven a formatos más moderados y dejan de ser esas casi bodas con una farfolla absolutamente prescindible. Quizás las tapas vuelvan a ser tapas y no platos. Tal vez haya llegado el momento de la implantación del numerus clausus en las cofradías y de una reducción drástica de asientos para evitar los avisperos. Quizás vivamos con menos porque no hace falta más. Todo cambiará. Salvo el vaho de las gafas.

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