El último pase

No remuevan las vísceras

VEINTE años puede que no sean nada, pero 12 sí. Al menos para el Sevilla. Es el tiempo que hace de la marcha de José Antonio Camacho del club, y es tanto lo que ha cambiado el decorado en Nervión...

Hace 12 años, en el último partido del actual entrenador de Osasuna en el Pizjuán, el Sevilla se dejaba remontar un 2-0 ante la Real Sociedad en unos increíbles seis minutos finales de partido; hoy el equipo blanco, lejos de tirarse al callejón como el de aquel delirante proyecto de Caldas, puede presumir de haber encajado esta temporada un solo gol en los últimos diez minutos de un partido, el segundo de Messi. Y sólo ha recibido tres más en el cuarto de hora final: el primero de Messi y en Santander y Ponferrada. Por ello, entre un millón de factores más, aquel equipo penaba como colista y el actual afrontaba esta jornada con todos por debajo con excepción del mejor equipo del mundo.

Hace 12 años, el Sevilla tenía a Salva o Mornar como referencias arriba y hoy su entrenador disfruta del nueve de la selección brasileña más Kanoute, con lo que supondrá Kanoute cuando sólo sea historia sevillista.

Hace 12 años, el Sevilla era carne de sainete y por turbios asuntos de él se mofaban seudoperiodistas del couché que no distinguen un balón de una llave inglesa; hoy, aparecen coreanos por las oficinas del club para tomar nota del modelo de gestión.

Por todo ello, esos sevillistas dolidos por la eliminación europea bien harían en comparar el Sevilla de hace 12 años con el actual antes de llevar el partido de hoy por el terreno de las vísceras. Es Osasuna, es Camacho, pero este Sevilla ya no está para venganzas menores. Sus miras están mucho más arriba. A jugar.

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