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La rendición de Breda

Iceta quizá esté arrepentido de no haber contado con Susana Díaz en su campaña en el cinturón de Barcelona

Un Puigdemont crecido, o enajenado, ha pedido a Rajoy una reunión en cualquier lugar de Europa. Va de farol, pero bien podría elegir Breda para rendirse. La Breda holandesa del cuadro de Velázquez está a un centenar de kilómetros de Bruselas, poco más allá de Amberes. Aunque obviamente él no iba a entregarle a Rajoy las llaves de la Generalitat, ni el presidente del Gobierno las de Estremera, para que evitara la cárcel. Pero Breda es también una población de la comarca de La Selva gerundense, cerca de Amer, pueblo natal del fugado. No sería mal sitio para citarse a hablar en serio. De momento, sobra guasa en la propuesta de Puigdemont, o la respuesta de Rajoy, que ha dicho que en todo caso se reuniría con Arrimadas. Es verdad que la líder de Ciudadanos ha ganado con brillantez las elecciones, pero no tiene posibilidad alguna de gobernar.

Por cierto, en estas elecciones ha triunfado una andaluza, pero ha estado ausente la presidenta de Andalucía, repudiada por el Partido Socialista catalán. Es posible que a estas alturas Iceta esté lamentando la insolencia de despreciar el concurso en su campaña de Susana Díaz, a la vista de los resultados cosechados y de cómo el cinturón rojo de Barcelona, que votaba socialista, se ha convertido en un cinturón naranja. Si Iceta está arrepentido, nunca lo sabremos.

A los líderes les cuesta admitir la realidad. Puigdemont, por ejemplo, se resiste a leer todos los resultados de las elecciones del jueves. Si hubiesen sido plebiscitarias, los partidarios de la independencia sólo habrían conseguido un 47,5%, frente a un 51% unionista. No se entiende por qué está sacando tanto pecho en Bélgica. Hace doce años la UE impuso dos condiciones a Montenegro para un referéndum de separación de Serbia. Cataluña sólo cumple una, la participación de más de la mitad del censo, pero está lejos de satisfacer la otra: superar el 55% a favor. Y la Ley de Claridad aprobada en Canadá en 2000, para evitar nuevos refrendos incontrolados para la independencia de Quebec, puso como condición una clara mayoría y nitidez en la pregunta.

Desentendidos de estos principios, tanto Puigdemont como Rovira (ERC) pidieron ayer a Rajoy que se apee de sus posiciones, pero ninguno mostró la más mínima voluntad de abandonar sus maximalismos. Así no vamos a ninguna parte. No se trata de que alguien se rinda. Procede hablar sin condiciones de partida, sin ventajas para los sediciosos y dentro de la ley. Aunque no parece que estén por la labor.

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