La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

007 réquiem

Fue mucho más que 007. Pero para muchos, como decía la publicidad, "Sean Connery es James Bond"

Para mi generación Sean Connery -como han demostrado cuántos tras él han interpretado este personaje- es James Bond. Sus películas eran una tentadora manzana de aventuras y mujeres tan hermosas como escuetamente vestidas que nuestros pocos años no nos permitían alcanzar. Todas eran para mayores de 18 años. De James Bond contra el Dr. No, allá por 1962, ni nos enteramos. Nos perdimos ese nacimiento de Venus pop que era Ursula Andress emergiendo en bikini de las aguas.

Desde Rusia con amor nos cogió ya con 11 o 12 años. En los carteles distribuidos por toda Sevilla en los expositores de madera y en el gran cartelón pintado del Coliseo España se veía a dos mujeres peleándose todo lo ligeras de ropa que la censura permitía (porque se alargaban ropas y se convertían bikinis en bañadores de una pieza hasta en los carteles), un hombre corriendo perseguido por un helicóptero y la figura de un tipo de expresión siesa con los brazos cruzados y una pistola en la mano. Quienes tenían hermanos mayores contaban en los recreos una versión de tercera mano de la película. Más fiables, aunque también con su poco de imaginación, eran las versiones de los de quinto y sexto que habían logrado burlar a los porteros o después la vieron en los más tolerantes cines de barrio.

Goldfinger también se nos escapó. E incluso Operación Trueno, estrenada en las Navidades del 65 en el Palacio Central. Teníamos entonces entre 13 y 14 años. Los más arriesgados nos sometíamos a la humillación de comprar la entrada para que después el portero nos pidiera el carnet de identidad y nos mandara a devolverla. La pude ver por fin de reestreno en el Trajano en mayo de 1966. Godlfinger la cacé en un cine de verano de Nervión, cuyo nombre no recuerdo, que estaba en la plazuela formada por las intersecciones de Espinosa y Cárcel y San Juan de Dios. Solo se vive dos veces, estrenada en el Palacio Central en la primavera del 68, fue el primer Connery-Bond que pudimos ver en su estreno. Y también -¡ay¡- el último, porque tras él vinieron al Imperial y al Llorens el petardazo de Georges Lazemby en Al servicio secreto de Su Majestad y el desafortunado regreso de Connery y su peluquín en Diamantes para la eternidad.

Ya sé que Connery fue mucho más que 007. Y sobre ello escribo en la sección de cultura. Pero para muchos de nosotros, como decía la publicidad, "Sean Connery es James Bond".

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