Cuando la situación bética pinta que estamos en el pretil de una crisis, el presidente ha salido a intentar poner orden. No sé si lo ha conseguido o no, pero ha hablado claro para explicar situaciones que suelen torcerse de forma deliberada. Así, por ejemplo, ha vuelto a explicar que Setién se fue por su gusto y no por el del club, aunque, a la misma vez, redunde en que no figura en el orden del día como repuesto en caso de necesidad.

También ha repetido algo dicho hasta la saciedad y es que Serra no fue despedido, sino cambiado de lugar en el organigrama del club. Es algo similar a lo que el Sevilla ha hecho con Joaquín Caparrós, pero con la diferencia de que éste aceptó la mutación y el balear no. Quizá le sobrase a Ángel Haro desvelar que el accionista Caro Ledesma le dijo un día, o una noche, qué más da, que era el mejor presidente de la historia del Betis, por siempre y para siempre Real Betis Balompié.

Sobraba ese autobombo porque considero que ser el mejor presidente de la historia del Betis no es motivo de monumento en plaza pública, ya que el nivel de la nómina de presidentes que he conocido no es, precisamente, estratosférico. De otra forma no se explicaría que un club del tamaño del verdiblanco presente un palmarés histórico como el que luce. Conque no debe Haro venirse arriba por tamaña comparación, que hasta fue presidente uno que hizo trampas para lograrlo.

Apoyó la continuidad de Rubi aun advirtiendo de que si no hay resultados positivos, el crédito se le acabará. Eso no hacía falta que lo dijese, pues la ley del fútbol resulta inexorable en casos así. Y por el bien del Betis, ojalá que Rubi revierta la situación, pero mejor aún sería que si ha de tomar la decisión de darle el finiquito no sea demasiado tarde. Y para terminar, lo de ser o no ser hombre de fútbol, que conozco yo a cada ejemplar que se autodenomina así que vaya con Dios.