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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El reto de la nueva normalidad taurina

¿Dejamos que los toros se mueran o aceptamos un plan ambicioso y garantista dentro de la legalidad vigente?

El reto de la nueva normalidad taurina

El reto de la nueva normalidad taurina

Hay expertos que nos aseguran que de una pandemia se tardan cinco años en salir. También nos dicen que debemos ser optimistas, pues en menos de un año contamos con varias vacunas a nuestra disposición, aunque tarden más de la cuenta en llegar a los ciudadanos y hasta se dude de alguna. Con estos parámetros, uno reflexiona si no es mejor adaptarnos a una nueva normalidad real, que supone que el problema no se acaba en una fecha concreta, ni mucho menos de un día para otro. Las vacunas irán llegando, acabarán haciéndolo en masa, como las mascarillas y los geles hidroalcohólicos. ¿Recuerdan cuando hace un año no había ni de las unas ni de los otros? Pues tengan claro que ya mismo tendremos todo tipo de vacunas. Después veremos cuánto dura el efecto, si el bicho se fortalece o si aparecen nuevas versiones, y si hay que endurecer las vacunas y cuánto se tarda en hacerlo.

Con todas estas circunstancias, probabilidades y medidores, uno piensa si no es mejor adaptarnos a todas estas situaciones en lo posible, antes que esperar a que "todo acabe". Habrá actos que se podrán celebrar con más vigilancia, otros que serán imposibles, y algunos en los que habrá que renunciar a mucha cantidad de público y otros aspectos. Nos referimos, cómo no, a la temporada taurina en Andalucía, que tiene su primerísima gran cita en la Feria de Abril, que condiciona el resto del calendario para los aficionados en toda España. Podemos dejar la plaza sevillana sin toros, pues con poco más de mil aficionados sería inviable desde todos los puntos de vista, o aceptar el plan pionero que propone la empresa: un 50% de público, test de antígenos a todos los asistentes (lo que supone un cribado siempre beneficioso) y mascarillas de alta calidad obligatorias para todos los asistentes, todo lo cual aportado por una entidad privada.

La Junta de Andalucía tiene la palabra. Las autoridades sabrán si quieren que la plaza de Sevilla sea pionera con un modelo de garantías del que se beneficiaría toda España, de cuyo cumplimiento responde la empresa con responsables con nombres y apellidos y con todas las cámaras puestas, o si prefiere confirmar el puntillazo a la Fiesta que dice proteger con declaraciones institucionales. Ahora es cuando los toros necesitan ayuda, cuando están en un momento débil, del que ya se dolían antes del coronavirus. La Junta extremeña ya ha autorizado festejos en Mérida con el 50% del aforo y sin el programa de garantías que ofrece Sevilla. ¿Aceptamos la nueva normalidad? ¿O seguimos comparando plazas de primera como Sevilla con algunas de pueblo dirigidas por empresarios poco fiables y lastrados por las deudas?

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