Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El río que nos deben

A día de hoy se anuncia un acceso público hacia el río y parece que hemos ganado el Paso de las Termópilas

Abre -o dicen que se abrirá, para ser más exactos; ya veremos cuándo- un nuevo acceso público hacia la ribera del río y la noticia adquiere los visos de la que anunció la demolición del Muro de Berlín. Exageración aparte, que lo es, y grande, la cosa tiene mucha importancia para esta ciudad, para determinado barrio, para cierta calle, en fin, para todos los vecinos, porque resulta anacrónico que a estas alturas aún andemos con eso de por aquí no se puede pasar, prohibido el paso, propiedad privada, acceso restringido y todas esas milongas cuando se trata del río Guadalquivir, la dársena (uno de los grandes valores más desaprovechados de esta ciudad, si exceptuamos el mundo piragüero y los negocios de los barcos que pasean a los turistas). Porque llega uno a esta ciudad, con aires y cara -y de acuerdo, desconocimiento también- de forastero, dispuesto a instalarse, y una de las primeras sorpresas que se lleva es el poco, por no decir ninguno, jugo y partido que le saca Sevilla al Guadalquivir, al que demasiado tiempo ha estado dándole la espalda, ignorándolo, echando mano de él en una fiesta, la Velá de Triana, y para jugar a la cucaña. Poco más.

Dijeron que con la Expo, que a raíz de la Expo, que gracias a la Expo... Sí, lo de siempre, la Expo para esto, la Expo para lo otro... Con la Expo va siendo hora de que cantemos la canción de la Puta de la Cabra, cambiando la palabra cabra por la de la Expo. A ver si así terminamos de enterarnos que de aquello de la Expo va a hacer este 2019 veintisiete años. Y ya se ve. Lo dicho: nada. O poco, muy poco.

De manera que después de un pleito se nos anuncia otro corredor público para acceder al río desde la calle Betis y tenemos que desollarnos las manos aplaudiendo como si hubiéramos conquistado el Paso de las Termópilas. En pleno siglo XXI aún nos andamos con esas. No está uno defendiendo una okupación por las bravas ni una feroz reforma hídrica al estilo de una salvaje reforma agraria -y si lo hiciéramos ahí están ya los salvadores de Vox, dispuestos como proclaman a velar por la propiedad privada que según nos avisan sin haber fumado porros "está en peligro en España"-, pero insisto en que es motivo de extrañeza que esta ciudad continúe sin saldar la deuda que tiene con sus vecinos: la del río. Es cierto que se han hecho algunas cosas. Pero siento tener que calificarlas de menores. Desde luego no se han hecho con la contundencia debida, la que hubiera propiciado una profunda transformación. Un simple ejemplo: no hay más que darse un garbeo por el Paseo de la O, desde Chapina hasta el Puente de Triana. ¿Ese es todo el partido que puede sacarse a esa orilla? No, a los sevillanos les siguen debiendo su río.

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