La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Juanma apunta a un verdadero problemón
Cada vez que el Reino Unido enfrenta una crisis relacionada con la emigración, como la que se ha desatado estos días tras el brutal asesinato de tres niñas por un joven galés de padres ruandeses y los posteriores disturbios, alentados por radicales que aprovechan la ocasión para propagar sus consignas xenófobas o abiertamente racistas, recordamos el célebre discurso de Birmingham que ha pasado a la historia con el título de Rivers of Blood, pronunciado por el escritor y político conservador Enoch Powell el 20 de abril de 1968. Powell era un hombre culto, políglota, clasicista de formación y traductor de Heródoto, dotado de excelente oratoria y de una brillantez intelectual indudable, pero su obsesión con el declive de Gran Bretaña, que veía sometida a los intereses estratégicos de Estados Unidos, lo llevó a posiciones extremistas que incomodaron incluso a sus compañeros de partido. Nostálgico del Imperio pero reacio a acoger a los antiguos súbditos en la metrópoli, se oponía a las leyes que permitían conceder la nacionalidad británica a los ciudadanos indios, paquistaníes, africanos o caribeños de la Commonwealth –se debatía entonces la propuesta laborista de prohibir la discriminación por razones étnicas– y solicitaba la deportación masiva, pronosticando que en caso contrario sería inevitable una guerra racial de trazas apocalípticas a la que aludía con el verso de la Eneida donde Virgilio describe el Tíber cubierto de espuma sanguinolenta (multo spumantem sanguine), del que proviene el título oficioso de su discurso. Destituido por el líder tory y futuro primer ministro, Edward Heath, pero parcialmente reivindicado por correligionarios como su sucesora Thatcher y otras figuras de referencia de la galaxia conservadora, Powell ha ejercido una influencia poderosa y perdurable entre quienes lo consideran un visionario, una especie de Casandra del soberanismo identitario –más inglés que británico, como observó Roger Scruton– que habría alertado de un peligro cada vez más inminente, a medida que la población de origen foráneo aumentaba hasta cifras muy superiores a las estimadas. Sus seguidores actuales, entre los que abundan los ultras no sólo británicos, han complementado las sombrías predicciones de Powell con las especulaciones conspiranoicas sobre el Gran Reemplazo, acuñación de otro escritor, el francés Renaud Camus, que ha hecho fortuna en las filas de la derecha populista. A la vista del creciente predicamento de grupos hasta ahora marginales, hoy capaces de reunir multitudes, los ríos de sangre pueden llegar a ser una profecía autocumplida.
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