Antes de lo habitual, pero todo llega en esta vida y en este primer domingo de septiembre, derbi habemus. Recién cerrada la ventana estival para fichajes y con sensaciones bien distintas en ambos frentes. Si en el Sevilla ha cundido la frustración por una planificación que muchos consideran desmañada, en el Betis se cerró con un fichaje tan lujoso como inesperado y también con la sensación de que los flancos no parecen sólidos.

Junto a esto, la resaca de un sorteo temible para el Betis y mollar para el Sevilla, pero como se esperaba. Los antecedentes sevillistas así lo hacían esperar, pues nadie en el Viejo Continente tiene mejor pedigrí que el Sevilla en la otrora Copa de la UEFA. Y dicho lo cual, amanece derbi cuando el visitante aparece con tres puntos más que un local que no derrota al Sevilla en Heliópolis desde que Serra se sentaba en el banquillo de la izquierda y no en el palco presidencial.

¿Y cómo cree un servidor que llega cada uno a esta cita? Pues más rodado el Sevilla, que a la fuerza ahorcan y aquellos lodos del curso anterior trajeron unos polvos que han resultado menos onerosos de lo que se temía. Con siete partidos oficiales más que el Betis, la tropa de Machín parece con el motor más a punto. Pero es derbi y en los derbis suelen ocurrir rarezas inesperadas, por lo que el mayor rodaje sevillista no tiene por qué garantizar nada, absolutamente nada.

En el Betis fue un jarro de agua helada el debut liguero y no paliado en la primera excursión a causa de aquel recital de vicegoles errados en Mendizorroza. El Sevilla, con un fútbol más directo que el rival comprobó en su debut casero cómo su flamante portero evitó una catástrofe ante el Villarreal. Por lo tanto, los pronósticos será mejor que se aparquen para ulterior ocasión, que lo de hoy suele estar reñido con elucubraciones y demás aliños de toda conjetura avant match.