La ventana

Luis Carlos Peris

Le rozaba la vida pero sin mancharla

PASABA la vida junto a ella y la vida apenas se percataba de quién era esa figura como de porcelana, mayestática y con el hieratismo propio de quien ha de mantenerse a socaire de la propia vida. En la terraza de un comedero de postín, bajo las estrellas de la fiebre del viernes noche junto al Arco del Postigo, su señoría hacía junto a los suyos un alto en ese camino que ha aceptado como razón de ser, el del vértigo más vertiginoso. Aparcados los innumerables legajos que tiene en la cabeza, su merced doña Mercedes, el personaje más trascendente en el día a día de nuestra tierra, estaba allí, en carne aparentemente mortal, más como parte del paisaje que del paisanaje. Así como la penúltima posibilidad regeneracionista pasa por sus designios, la vida pasaba rasante, sin tocar ni manchar a una Gioconda de porcelana que había hecho un alto en su carrera hacia el vértigo.

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