LA Semana Santa 2012 debería haber impulsado un salto cualitativo de la ya formidable labor de acción social que realizan muchas hermandades de penitencia. Aprendieron hace más de una década a no limitarse a los modos y maneras de la bolsa de caridad, y dieron pasos firmes para la creación de estructuras permanentes de atención a niños o mayores en riesgo de exclusión educativa o económica. Un magnífico ejemplo de prestación social que emana de la propia sociedad mediante la imbricación de profesionales y voluntarios. Siempre son reducidos grupos de cofrades los que abren paso a estas iniciativas, sin arredrarse por el pasotismo o la incomprensión de otros muchos que solo se involucran en las procesiones y en las vanidades. Precisamente éstos son los que más racanean cuando aprieta la necesidad de generar más ingresos para atender la espiral de urgencias sobrevenidas por el desplome económico y laboral. Y el aprieto es mucho, como bien saben quienes reciben a solas a las personas que acuden en demanda de auxilio.

Teniendo un órgano que las aglutina, el Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla, se ha echado en falta que todas hubieran hecho causa común en favor de una iniciativa acorde con la realidad que se está viviendo en decenas de miles de hogares. Dejando a un lado los celos y las rencillas que entorpecen su común identidad. Es evidente que todas juntas son un instrumento de enorme influencia y resonancia para vertebrar una acción social potente y duradera. Sin protagonismos ni veleidades, sin marketing mediático, sin golpes de pecho, sin posados, sin capeas rumberas ni festivales lolailo con los que divertirse bajo el pretexto de la bondad. Sí con la seriedad que requiere el asunto, y a partir de los exitosos ejemplos que están desarrollando algunas hermandades juntas o por separado.

Es el gran estreno que le ha faltado a la pasión por esta semana. Tómenlo como encomienda a partir del lunes día 9.