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La tribuna

Rafael Caparrós

El 'sarkoberlusconismo'

VENIMOS asistiendo desde hace meses a huelgas y manifestaciones sindicales importantes en Alemania, Francia, Grecia, Eslovenia, España y Portugal contra las políticas de ajuste impuestas desde Bruselas. A huelgas de hambre masivas de inmigrantes en Francia contra las brutales políticas migratorias de Sarkozy -quien ya en 2005 tachó de "escoria" a los habitantes de las banlieues parisinas, e inició una política de "tolerancia cero" con la inseguridad ciudadana, desatando así una ola de violencia sin precedentes-, y a razzias a sangre y fuego de la Policía italiana (¡y de la Camorra napolitana!) contra asentamientos de gitanos rumanos en el sur de Italia.

Desde el giro que supone la nueva y absolutamente cicatera política europea de ayuda al desarrollo, hasta la justamente denominada "Directiva de la Vergüenza" sobre la política de retorno de los inmigrantes ilegales, pasando por la decisión del Consejo sobre la duración de la jornada laboral -en nombre de una malentendida flexiseguridad, se pasa de las 48 a las 65 horas semanales; y así, frente al planteamiento clásico de nuestro modelo social europeo ("trabajar menos para trabajar todos"), se impone el de Sarkozy ("trabajar más para ganar más"), lo que equivale a "americanizarlo", potenciando así el dumping social-, o el resultado negativo del referéndum irlandés sobre el Tratado de Lisboa, todas la noticias que últimamente nos llegan de Europa, hablan de un creciente "malestar europeo".

¿Qué está ocurriendo? Las victorias electorales de líderes liberal-conservadores como el mediáticamente ubicuo Sarkozy en Francia, los antisemitas gemelos Kaczysnki en Polonia, o el permanentemente redivivo Berlusconi en Italia, además de expresar la "derechización" de unos electorados europeos sistemáticamente bombardeados por campañas mediáticas sobre los peligros de la inmigración, a la que se acaba culpando de la criminalidad y la inseguridad ciudadana, han supuesto la implantación en Europa de ese peculiar neopopulismo de derechas, que es el sarkoberlusconismo, como lo ha llamado el politólogo francés Pierre Musso. "El sarkoberlusconismo es un americanismo latinizado plástico, capaz de adaptarse a realidades nacionales diferentes", afirma Musso. "Este nuevo modelo político neoliberal euromediterráneo, de tipo bonapartista, combina la autoridad del Estado, la reverencia a la catolicidad y la referencia a la empresa".

En efecto, con el neoliberalismo económico por bandera, ambos líderes descreen del modelo social europeo y del tradicional capitalismo renano. Ambos limitan el papel del Estado a fines proteccionistas en lo económico y represivos en lo social. Ambos apuestan por una integración europea de baja intensidad y ambos hacen gala de una religiosidad tradicional y de una capacidad de manipulación especialmente eficiente de los mass media de sus respectivos países, que puede llegar a vaciar de contenido a sus democracias. Y ambos sostienen idénticos enfoques erróneos respecto a la solución de los problemas europeos que nos aquejan.

Un primer ejemplo puede ser la ingenua propuesta de Sarkozy respecto a la forma de evitar las consecuencias de la especulación financiera, como los aumentos en el precio del petróleo o de ciertos alimentos. Sarkozy públicamente "llegó a exigir la moralización de los mercados financieros" (Le Monde, 10-septiembre-07). Ahora bien, exigirle a los mercados financieros que actúen con arreglo a criterios morales es tan estéril y absurdo como si en su momento Churchill le hubiera exigido a Hitler que se apiadara de los judíos recluidos y masacrados en sus campos de concentración… Porque la especulación pertenece a la esencia funcional misma de los mercados financieros internacionales, y especialmente de los mercados de futuros, del actual capitalismo globalizado.

El endurecimiento de la política de emigración de la UE, objetivo prioritario confeso de la actual Presidencia francesa de la UE, es un segundo ejemplo de incoherencia política. Trufada de exigencias polémicas por xenófobas ("contratos de integración", "visados biométricos", etcétera), la propuesta francesa sencillamente desconoce el hecho de que la UE va a necesitar, por razones estrictamente demográficas -simplemente para mantener la actual tasa de reposición laboral por jubilaciones o muertes-, entre 50 millones y 110 millones de nuevos inmigrantes desde ahora hasta 2060, como mostraba un reciente informe demográfico elaborado por la Comisión.

Pero desgraciadamente de esas contradicciones del sarkoberlusconismo no llegan a percatarse unos electorados cada vez más frágiles desde el punto de vista cultural, y cuya capacidad de explicitación de la causalidad social apenas va más allá de correlaciones del tipo "sin tetas, no hay paraíso".

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