Con la friolera de 120 kilos en el banco y la pesadilla de antier en la Turquía profunda, al Sevilla no le queda otra que hacer caso a su entrenador y tirar de chequera así que se abra el mercado. O mejor antes de que se abra y que así puedan los nuevos entrar en liza no más se abra la veda de fichajes. Y es que puede comprobarse que el Sevilla anda con lo puesto y que hay futbolistas que no tienen alternativa que hagan olvidar sus ausencias.

El Sevilla llegó a Turquía sin los goles que suman Silva y Ben Yedder, algo que hubiese notado cualquier equipo del mundo, pero las carencias del bloque en todo un segundo tiempo de pesadilla urgen a ir al mercado más pronto que tarde. Por ejemplo, la jugada del primer gol otomano es para que los recién llegados como refuerzos Gnagnon y Amadou hagan examen de conciencia a fin de que recapaciten y no vuelvan a caer en un pecado tan grosero e inadmisible.

Está cuajando el Sevilla un curso casi impecable con los puntos negros de la derrota de Krasnodar y la victoria milagrosa de antier en Akhisar. Peligró por momentos el futuro continental del Sevilla y no siempre el contrario va a fallar un penalti ni concederá las facilidades que dio en el primer tiempo. Y es que la unidad B, que es el eufemismo conque se maquilla lo que siempre fue el carro del pescado, no estuvo a la altura del sexto coeficiente continental.

Quiere decirse, pues, que a la fuerza ahorcan y que apremia la necesidad de fortalecer una plantilla con demasiados pesos muertos. El Sevilla está haciendo dibujitos de colores para cuajar un curso plagado de lesiones y no hay por qué esperar que la buena estrella se eternice. Hay que poner los medios para que el equilibrio inestable no se prolongue, sobre todo cuando, Castro dixit, tiene nada más y nada menos que unos 120 kilos que mejor en la yerba que en el banco.