Será a las cuatro de la tarde en todos los relojes de Cornellá cuando el Espanyol reciba al Betis, pero con la diferencia de que el habitualmente acogedor predio periquito no parece que vaya a mostrar ese talante. Se juntan varios condicionantes para que la cosa cambie, pues si a la andadura local le añadimos aquel ferragosto en que hubo trasvase de técnico y goleador desde la periferia barcelonesa a Heliópolis, el ambiente puede ser arisco. Arisco como eufemismo que maquilla lo que verdaderamente sintieron los españolistas cuando Rubi primero y Borja más tarde cogieron las de Villadiego rumbo a Sevilla. Rubi ya ha tenido dos sucesores en el banquillo de Cornellá y Borja no ha visto heredero alguno en la tarea de traducir en goles la producción blanquiazul. Además, va el Betis con el ánimo que insufla un trío de victorias consecutivas y como ya se sabe que el fútbol es un estado de ánimo, pues más de lo mismo.

Trece son los puntos que hay entre el Betis, undécimo en el ránking de Primera, y el Espanyol actual farolillo rojo tras una insufrible sucesión de veleidades como local. El Betis ya saboreó en Mallorca las mieles de un triunfo como viajero y el Espanyol no sabe a qué sabe ganar en Cornellá, lo que hace que las esperanzas béticas, que también visten de verde, se hayan disparado en pos de conseguir un póquer de victorias consecutivas de, posiblemente, muy beneficiosas consecuencias.Y con la dulce resaca de aquella tacada de Joaquín el domingo ante los leones, el Betis viaja con fundamentos para pensar en lo mejor. Sería como un premio prenavideño que serviría, además, para sosegar unos ánimos que eran exacerbadamente adversos en vísperas asamblearias. Se fía todo para esta tarde en el campo del colista y aunque el Betis nunca está a socaire de una espantá con cabezazo en el callejón, confiemos en que la buena racha no sea efímera. Así sea.