CONTINÚA el Sevilla su peregrinaje andaluz y tras su triunfo copero en Granada, hoy toca Liga en Almería, vuelta con los nazaríes el miércoles y recibe al Málaga el próximo fin de semana al calor de Nervión. Pero hoy toca lo que toca y eso es visitar a un equipo enrachado y que está huyendo de la zona caliente de la mano de un entrenador, el denominado JIM, que cuenta sus presencias en el banquillo almeriense por triunfos.

Pero tampoco se va a asustar el Sevilla por la racha triunfal de un enemigo menor. La tropa de Unai viene de encarrilar el pase copero sin casi necesidad de despeinarse y con una sobredosis de no habituales en su alineación. Los números son los números y los que presenta dan mucho pie al optimismo, pero un optimismo tan argumentado como poco aconsejable a la confianza. Un pecado de autosuficiencia en un Sevilla no rico, precisamente, en fútbol sería imperdonable a estas alturas.

Son diecisiete los puntos que alejan al Sevilla de este Almería que cambió el desenfado que le imbuía Francisco por el rigor táctico que viaja en la maleta de este JIM que tanta confianza le está insuflando. Pero ciñéndonos a lo que verdaderamente interesa por aquí es que el Sevilla se enfrenta a una ocasión pintiparada para el asentamiento en su hábitat de privilegio y también para no inquietarse con la inminencia de dos rivales tan directos como Málaga y Valencia.

Y yendo al hecho recurrente del fútbol que practica la escuadra blanca hay que considerar un nombre propio que se ha venido arriba de forma espectacular. Se trata de José Antonio Reyes, que pasó de simple elemento alternativo a imprescindible en este Sevilla. Con la finalización de su contrato a plazo muy inmediato, el genio utrerano está llamando con mucha fuerza a la puerta que le abra la continuidad. Y, desde luego, hoy es él por el punto donde el juego sevillista reluce.