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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sin seguridad no hay libertad

Es necesario imponer por medios coactivos, represivos y punitivos lo que la educación no logra

La Madrugada solo tiene cuatro soluciones: afrontar con realismo y sin mentiras lo sucedido, educar en valores de convivencia cívica, imponer por medios policiales y legales coactivos y represivos el respeto a la autoridad, y aumentar la severidad de las penas relacionadas con estos delitos para que el miedo logre lo que la educación y el respeto no logran. Pero la experiencia sugiere que esto no sucederá. La izquierda se opone a toda modificación legal que permita endurecer las penas por atentado contra la seguridad pública, como sucedió con la mal llamada Ley mordaza, aprobada el 30 de marzo de 2015 a propuesta del PP y cuya derogación ha pedido el PSOE el 21 de marzo pasado. La realidad nos dice que de los ocho detenidos, cinco están ya en libertad con cargos. Y eso que los hechos son de la mayor gravedad: un atentado contra el patrimonio de la Madrugada y todos sus tesoros artísticos, y contra la seguridad ciudadana al causar pánico, cien heridos de diversa consideración y uno grave.

Lo sucedido no puede ser resultado de la acción aislada de unos pocos gamberros ni un efecto dominó: es demasiada casualidad que a la misma hora se actuara en ocho puntos distantes. Si la Real Academia define terrorismo como "sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror", ya sabemos a qué nos enfrentamos. Pero en un país en el que se considera una pelea de bar que los independentistas den una paliza a dos guardias civiles y sus novias, difícilmente, aunque se demuestre que lo de la Madrugada fue una acción coordinada para infundir terror, se utilizará esta palabra.

En el magnífico artículo de nuestro director se señalaban con precisión las causas de los hechos: gamberrismo, exceso de alcohol, matonismo, deterioro del civismo, ruptura de la convivencia, quiebra del consenso cívico que estaba en la base de la Semana Santa y que el año 2000 se actuara como si nada hubiera pasado ("uno de los errores más graves que se han cometido en esta ciudad en los últimas décadas"). Y también señalaba acciones urgentes preventivas, punitivas -con la máxima contundencia que permitan las leyes- y educativas en los valores que hacen posible la convivencia. Desgraciadamente, lo último es tan fácil de decir como difícil y lento de hacer. La Semana Santa es un espejo que refleja la realidad de una sociedad degradada por el desistimiento educativo, el retraimiento de la autoridad y el buenismo legal.

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