C OMO estaba mandado, la selección española de fútbol se clasificó para la Eurocopa del año próximo en Francia antes de que concluyese la fase de grupos. Aquel traspié en Eslovaquia cuando aún no habíamos superado el síndrome pos-Mundial fue un varapalo que se encajó mal y que puso a Vicente del Bosque prácticamente a los pies de los caballos. Pero la andadura se enderezó aun con dificultades y todo acabó con normalidad.

Logroño, tan fuera del circuito tras aquellos años de Marcos Eguizábal en el palco y David Vidal en el banquillo, escenificó la clasificación. Fue ante un equipo de perfil bajo, pero que llegó con el repertorio de patadas en perfecto estado de revista. Se quitaron de encima por las bravas a Silva y a Morata, pero no le dio a Luxemburgo para evitar la goleada, como tampoco dio para impedir que la ola de pitadas a Piqué cesara, que vamos a ver cuánto dura esta estupidez.

Pero está bueno lo que bien acaba y España ya tiene plaza para Francia sin estar a expensas de qué pasa mañana en Ucrania. Ha dicho Del Bosque que el equipo está hecho, que la renovación generacional ha salido bien. Si él lo dice habrá que tenerlo en cuenta, pero creo que todos seguimos echando de menos a Xavi y sus circunstancias. Era tanto lo que el egarense influía en el juego, tanto como garantizaba una posesión de balón descomunal, que no sé si se hará olvidar su rol.

Silva, Fábregas, Cazorla, Isco, Mata son sus herederos, pero no se ve al que por sí solo lo supla. Sí veo a Busquets como indispensable tanto en la resta como en la suma y en torno a él puede levantarse un edificio capaz de acercarse o de reeditar el brillo que se apagó en Brasil 2014. Mañana se cierra todo con un trámite con la tropa de Konoplyanka, que le gana por la mano a Eslovaquia en la carrera a Francia. Mejor así, que no era bueno dejar para Ucrania lo que se pudo lograr en Logroño.