La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Con sensatez e incompetencia

Los signos de una gestión: improvisación, falta de coordinación y desbordamiento(más rivalidad partidista)

Conseguida la tercera prórroga del estado de alarma -gracias a la oposición más que a los socios poco recomendables-, el Gobierno encara el desconfinamiento con sensatez y prudencia. Se volverá a la nueva normalidad pasito a pasito, rectificando si hubiera rebrote de la pandemia, de forma gradual y según la situación de cada territorio, sector y colectivo. Ha empezado por los niños. También se refuerza la posición en el ámbito de la Unión Europea, básica para la ardua reconstrucción.

Pero hasta la desescalada se resiente de los errores de una gestión deficiente. El sainete protagonizado por los ministros sobre la vuelta de los niños a la calle refleja bien los rasgos de esta gestión manifiestamente mejorable: improvisación, descoordinación y desbordamiento, junto a un elemento disolvente de disputa partidista y protagonismo entre PSOE y Unidas Podemos, siempre presente. El desconfinamiento progresivo y el retorno a tientas de parte de la actividad productiva se perjudica por efecto, arrastrado, de los errores cometidos al principio de la crisis. Todavía no se ha podido iniciar el estudio epidemiológico que proporcionará la verdadera dimensión de la tragedia, y tardará ocho semanas en concluirse. ¿Cómo acertar en la desescalada si se ignoran los datos de la enfermedad, su génesis y trayectoria? Todavía la lucha contra el virus se resiente de la compra tardía de mascarillas y test, que tan imprescindibles habrían sido para no superar los 35.000 sanitarios contagiados (el 15% de las infecciones, otro lamentable récord mundial) y de los engaños y trapisondas de los que hemos sido víctimas en su compra.

La incompetencia mostrada en materia de salud hace temer lo peor en materia de dinero. Quiero decir: venceremos al bicho, sin duda, a un alto coste humano y social, pero la reconstrucción de todo lo que el virus se ha llevado por delante en la economía nacional va para largo y ni siquiera está del todo asegurada. Los informes de los expertos -suelen equivocarse, pero no tanto como los encuestadores preelectorales- hablan de una caída del PIB de hasta el 13% y coinciden en que tardaremos más que el resto porque partimos de una estructura productiva más sensible a esta crisis (piensen en el ocio y el turismo, por ejemplo) y con deuda y déficit más acentuados.

Ni el Cándido de Voltaire sería optimista ante una tormenta semejante sabiendo que los timoneles son, a medias, dos personajes como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

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