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Las dos orillas

José Joaquín León

De la sequía a la inundación

HACE cuatro años, la entonces ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, la misma a la que se atribuye el intento de desaparición de los chiringuitos, nos alertaba sobre los terribles efectos de la sequía. Puede ser una curiosidad, ya se sabe que hay ciclos húmedos y secos. El problema es que ya entonces resultaba extraordinariamente dudoso que hubiera una sequía auténtica.

Hace tres años todavía hablaban algunos de sequía. Eran los tiempos del calentamiento global, al que personalidades como Al Gore le han sacado un excelente provecho. Ya empezaba a tambalearse el argumento, esgrimido con fines presuntamente ecológicos, de que la sequía inexistente era consecuencia de la subida de las temperaturas, lo que ponía en peligro nuestro futuro, porque el agua es un bien escaso.

Ayer, día 8 de marzo, a sólo 20 del Domingo de Ramos, cuando salen las cofradías y comienza la temporada en muchas playas andaluzas, nevó en Barcelona y también en media España, por la mitad norte. Mientras, por la mitad sur, o sea en Andalucía, se ha triplicado la media anual de lluvias. Es sabido cómo están los embalses, que pronto se llamarán desembalses, pues es más lo que desperdician de las últimas lluvias que lo aprovechado. En Jerez están desde diciembre como si fuera Venecia, pero ahora también Chiclana, Los Barrios y otros lugares de Andalucía son venecianos.

Zapatero y Griñán se reúnen hoy con el grupo de trabajo para decidir las ayudas por inundaciones en Andalucía; reunión a la que no ha sido invitada Cristina Narbona, que pese a ser una de las ministras más inteligentes del anterior Gobierno, y lo escribo en serio, no continuó en el actual, sino que está en París, como embajadora en la OCDE. Antes de eso, la revista Time la eligió como "una de las personas que está cambiando el mundo en materia de medio ambiente". Y es verdad que lo cambió, porque no queda nada de su sequía.

Tampoco queda mucho del calentamiento global, que ahora se denomina cambio climático, que es mucho más moderno y socorrido, porque lo mismo da para una cumbre inútil en Copenhague que para justificar cualquier cosa: si hace calor, si nieva, o si hay inundaciones; si se deshiela el Polo Norte, o si rescatan a un crucero en apuros porque se heló el mar por allí.

Hay que acabar con la contaminación y apostar por una civilización ecológica. Pero deberíamos ser aún más respetuosos con la Naturaleza. Hay hombres que se creen sabios, pero el tiempo demuestra que no lo son, y se equivocan igual que los ignorantes. También puede pasar con los ministros, incluso con Zapatero. Repasen lo que decía este hombre hace dos años, sin ir más lejos.

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