Primer fin de semana de julio, lo que viene a significar que se trata del primero del verano. Del verano con todo lo que eso significa, pero los tiempos cambian y aquella desertización de calles que el verano se traía en la mochila ha quedado ciertamente paliada con la fiebre turística. Sábado oficialmente veraniego y con los mercurios en la cresta de la ola en su marcador de la jornada, las calles mostraban un bullicio que hubiera sido inexplicable en aquellos tiempos de siesta y búcaro. Ibas por el centro neurálgico de la ciudad, por ese eje que une la Campana con la Puerta de Jerez, y no se notaba que estábamos en la hora del sesteo. El turismo, mayormente ese turismo de sandalia y pantalón corto, llenaba con creces el vacío y no parecía que estuviéramos de lleno en el verano sevillano, sino que se asemejaba al sesteo veneciano o al muy abigarrado de Amsterdam.
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