¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
‘Valencià’ significa valenciano
No hay día sin que el alcalde de Sevilla haga alguna declaración para ocupar espacio en los medios y demostrar que se mueve y que está sobre los problemas de la ciudad. Es su obligación, se supone. Lo peor que puede hacer un político es permanecer callado porque eso transmite pasividad. Son tantos los anuncios que tiene que hacer –calculen 365 por año y multipliquen por cuatro años– que la mayor parte de las veces no dejan de ser brindis al sol o promesas de complicadísima plasmación, como su empecinamiento, un tanto absurdo, de poner una taquilla en la Plaza de España.
Hace unos días José Luis Sanz se vistió con la camiseta de la preocupación social y comprometió para marzo de 2027 la “nueva fecha” para el desmantelamiento definitivo de las chabolas del Vacie, un asentamiento símbolo de la exclusión social y de la impotencia de las autoridades para meterle mano a un problema que simboliza como ningún otro el fracaso de Sevilla para sacudirse el estigma de la miseria. Todas las grandes ciudades tienen algún punto negro de pobreza y marginación. Sevilla tiene el dramático deshonor de encabezar el ranquin español de barrios miserables, donde muchas veces ni los servicios municipales se atreven a entrar.
Ha perdido ya uno la cuenta de los alcaldes que han prometido desmantelar el Vacie. Todos desde que a principios de los años cincuenta se asentaron junto al muro del cementerio las primeras chabolas. Quizás la vez que más en serio se lo tomaron los responsables del asunto fue en 1961. El primer gobernador civil de Sevilla no falangista desde el final de la Guerra Civil, el opusista Hermenegildo Altozano Moraleda, se empeñó y consiguió pasear a Franco por las calles embarradas del Vacie, aprovechando la visita que hizo el dictador para, entre otras cosas, asistir a la Feria de Abril. El general, cuentan las crónicas, quedó horrorizado de lo que vio allí y dio órdenes terminantes, como todas las suyas, de que se acabara con aquello. Algo se hizo y algunas decenas de familias fueron realojadas. Pero pronto aquella visita y aquella orden quedaron olvidadas y el barrio chabolista se perpetuaría durante décadas hasta llegar a nuestros días. ¿Logrará Sanz en marzo del 2027 conseguir lo que logró Franco en abril de 1961? Expresemos razonables dudas, pero también no menos razonables esperanzas.
Lo que seguro que no logrará el alcalde durante su mandato es que Sevilla deje de ser la ciudad española con más bolsas de miseria. Hay una razón primordial: la exclusión social no es percibida por la ciudadanía como uno de los principales problemas a los que debe hacer frente las autoridades. La pobreza forma parte del paisaje y se asume como algo natural. La consecuencia es que las inversiones para paliarla son mínimas. Falla todo desde la educación a las prestaciones sociales más básicas. Escapar de esa espiral, en la que la droga y la delincuencia se convierten en formas básicas de subsistencia, se antoja más y más difícil. Así nos va.
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