FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Fue, es y será siempre algo más que un futbolista

El nombre de Biri Biri es coreado en Nervión como el de ningún otro futbolista del Sevilla

Fue, sigue siendo y será algo más que un futbolista. No sé si su simpatía natural, ser azul de puro negro en un tiempo de ausencia de esa raza a excepción de los americanos de la base de Morón que vivían en Santa Clara y se esparcían nocturnamente por la Alameda, pero es que no sé por qué Biri Biri se salió del molde de futbolista en aquel tardofranquismo. Y se nos ha ido como del rayo para orfandad de mucho sevillismo que ni lo vio jugar.

A Momodo lo conocí el día que llegó, un tórrido mediodía de Ciudad de Sevilla en el hotel de concentración. Lo recibió Ernst Happel y ya apenas lo alineó. Aquel verano se habían reabierto las fronteras y Eugenio Montes fichó a Víctor Espárrago, el multimundialista charrúa, y a un gambiano que jugaba en Dinamarca y que José María de la Concha trataba de fichar para el Betis. Ya estaban las dos plazas de extranjero cubiertas en aquel Sevilla que no salía de Segunda.

La 73-74 se la pasó casi en blanco, pues ni Happel, ni Santos Bedoya ni Buqué contaron con él. Un curso en que sí se prodigó en aquella Copa de Andalucía para reservas que también disputó Manga, un compatriota suyo que cogió en hombros a Sanjosé para una extraña vuelta al ruedo tras un gol al Granada. Triunfó en la siguiente, ya que Olsen confió más en él que en Baby Acosta. Y tras una matinal con el filial del Barça fue llevado en hombros hasta su casa en la Gran Plaza.

La 75-76, ya en Primera, la sacó con buena nota formando tándem arriba con Cantudo. El Sevilla cambió de extranjeros, llegaron Brizzola y Scotta, por lo que Biri salió del Sevilla. Estuvo fuera la 76-77, pero Carriega lo reclamó, le dieron puerta a Brizzola y el gambiano fue titular aquel año de los scottazos. Marcó de penalti en su último derbi, llegó Bertoni y ocupó su plaza. Desde entonces, en cada velada en Nervión, su nombre es coreado como jamás se coreó el de ningún otro.

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