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La ciudad y los días

carlos / colón

Un siglo en la Magdalena

ESTA es la historia de un encuentro tras una larga espera. En 1255 Alfonso X donó unos terrenos para el convento dominico de San Pablo, primero que la orden tuvo en Sevilla. En él se instituyó en 1481 la primera sede de la Inquisición, en 1552 una Universidad para formar a los predicadores destinados a las Indias y en 1544 se consagró Bartolomé de Las Casas obispo de Chiapas. El viejo edificio se hundió en 1691, conservándose sólo la capilla del Dulce Nombre de Jesús en la que hoy radica la Quinta Angustia, y se edificó el soberbio templo barroco de Leonardo de Figueroa, consagrado en 1724.

Cerca del convento dominico se hallaba la parroquia de la Magdalena, fundada en 1248 por Fernando III como parte de las 24 fundaciones parroquiales fernandinas. En 1811, tras ser derribada por los franceses, la parroquia se trasladó a la iglesia de San Pablo, cuyo convento fue convertido en cuartel. Con la desamortización de 1835 el templo dominico acogió definitivamente a la parroquia y el convento, con uno de los mejores claustros barrocos de Sevilla, siguió teniendo usos civiles hasta su bárbara demolición a principios del siglo XX.

Años antes y lejos de allí esculpía Ocampo en 1611 el Cristo del Calvario para la capilla de los Torquemada de la iglesia de Santa Catalina. Desaparecida esta familia, la historia de la prodigiosa y severa imagen es incierta hasta que aparece en la parroquia de San Ildefonso en el siglo XVIII. De allí, tras su ruina, pasa a la Escuela de Cristo, anexa a la parroquia de Santa Cruz, hasta que, terminada la reconstrucción de San Ildefonso y siendo su párroco muy devoto del Cristo, regresó a ella en 1818 tras un largo pleito. Allí creció su devoción hasta que en 1886 un grupo de parroquianos y devotos fundaron la Hermandad del Calvario, que en 1908 se trasladó a San Gregorio y el 21 de abril de 1916 a la Magdalena. El Cristo del Calvario y la parroquia de la Magdalena por fin se encontraban tras atravesar parecidas aventuras de esplendores, ruinas y resurrecciones.

Esta semana se ha celebrado el centenario de este encuentro. Como bien dijo en la misa conmemorativa el párroco, don Francisco Román, un siglo después no puede entenderse la parroquia de la Magdalena sin el Calvario ni al Calvario sin la parroquia de la Magdalena. Tal vez porque el destino quiso que el Cristo más severamente paulino de Sevilla acabara residiendo en el antiguo convento de San Pablo.

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