¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El silencio de María Gámez

Un Gobierno que firma acuerdos con Bildu al mismo tiempo que insulta a la Guardia Civil no merece mucho cariño

Insistiremos: la estrategia del Gobierno para esquivar el Cobos Gate es de una gravedad extrema, porque se basa en ensuciar el nombre de la Guardia Civil, una de las herramientas fundamentales del Estado para garantizar el imperio de la ley en todos sus territorios y caminos. Y todo esto se hace ante el silencio absoluto de su directora general, María Gámez, una política que ha demostrado no estar a la altura de los hombres y mujeres a los que manda. Hay veces que hay que dar un puñetazo en la mesa, por muy discreta que una sea. A la señora Gámez le recomendamos que este fin de semana, en vez de ver una de esas series televisivas de conspiraciones políticas que tanto gustan a periodistas y diputados (una prueba más de la decadencia de ambos gremios), le dedique un par de horas a Cuerda de presos, la magnífica película de Pedro Lazaga sobre el cuerpo, una cinta sobria que prescinde de arengas patrioteras o cuarteleras y retrata con contenida épica fordiana la dura vida de los guardias camineros, capaces de llevar la justicia hasta la última pedanía de la silenciosa y triste España. ("¡Qué dura es la vida del guardia civil, en invierno de pana, en verano de dril", se decía antes). ¿Se ha parado a pensar la señora Gámez por qué muchos de los agentes que tiene a sus órdenes les gusta cultivar esa imagen decimonónica del mostacho abundoso y el tricornio acharolado? Está claro que no entra dentro del cánon estético de la nueva y remilgada izquierda cool, pero es el orgulloso recuerdo de los salvajes años en los que nació el cuerpo, cuando las veredas estaban infectadas de bandoleros y partidas carlistas. A su lado, tipos como el sheriff de Sólo ante el peligro eran rosas de pitiminí.

Alguien dijo que España era la Guardia Civil y las Vírgenes de Agosto. Divertida boutade. No llegaremos a tanto, pero no deja de ser esclarecedor el regocijo con los que los nacionalistas, tanto los moderados como los radicales, han acogido esta estrategia de desprestigio del cuerpo. Un Gobierno que firma acuerdos con Bildu al mismo tiempo que insulta a la Guardia Civil no merece mucho cariño. Probablemente estemos en la antesala de un intento de desnaturalizar a la Benemérita mediante la llamada "desmilitarización". Primero denigra, después reforma. Es una vieja aspiración de una izquierda cursi, a la que siempre les ha molestado un cuerpo austero y sacrificado hasta la antipatía, románticamente anticuado en su vocabulario y estética. Quizás Gámez crea que todo esto es casposo y anticuado... Si es así mejor que se dedique a dirigir el Marie Claire. O el Esquire, que es lo mismo.

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